Romeo y Julieta - Biblioteca Virtual Universal
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illante armonía de tu voz desenvuelva los sueños de ventura que en esta tierna entrevista<br />
nos trasmitimos mutuamente.<br />
JULIETA<br />
Los pensamientos, más ricos de fondo que de palabras, se pagan de su entidad, no de su<br />
ornato. Pobre es uno en tanto que puede contar su tesoro; pero el sincero amor mío ha<br />
llegado a tal punto, que a sumar no alcanzo la mitad de mi cabal fortuna.<br />
FRAY LORENZO<br />
Venid, venid conmigo y será obra de un instante; pues, contando con vuestra dispensa,<br />
solos no quedaréis hasta que la Santa Iglesia os refunda en uno solo.<br />
(Se marchan.)<br />
Acto tercero<br />
Escena I<br />
(Una plaza pública.)<br />
(Entran MERCUCIO, BENVOLIO, un paje y criados.)<br />
BENVOLIO<br />
Por favor, amigo Mercucio, retirémonos. El día está caliente, los Capuletos en la calle,<br />
[y si llegamos a encontrarnos, será inevitable una contienda; pues con los calores que<br />
hacen, bulle la irritada sangre.]<br />
MERCUCIO<br />
Te pareces a esos hombres que al entrar en una taberna nos sueltan la tizona sobre la<br />
mesa, diciendo: ¡Dios haga que no te necesite!; y que, a efecto del segundo vaso, la tiran<br />
contra el sirviente, cuando, en verdad, no hay para qué.<br />
BENVOLIO<br />
¿Me parezco a esa gente?<br />
MERCUCIO<br />
Vamos, vamos, tú, de natural, eres un pendenciero tan fogoso como no le hay en Italia;<br />
una nada te provoca a la cólera y, colérico, una nada te vuelve provocador.