Romeo y Julieta - Biblioteca Virtual Universal
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-¡Ah! Lengua que matas el honor ajeno, ¿cómo osas infamar al que rinden elogios los<br />
propios enemigos? ¿Cómo insultas a <strong>Romeo</strong>, a quien nadie defiende? ¿Qué refugio tendrá<br />
en lo adelante, cuando la que ser debiera su único amparo le persigue y le disfama? ¡Oh,<br />
<strong>Romeo</strong>, recibe, como expiación de mi ingratitud, el sacrificio que estoy pronta a hacerte de<br />
mi propia vida; así se ostentará evidente la falta que he cometido contra la lealtad, así serás<br />
vengado y yo castigada!<br />
Y tratando de continuar su discurso, perdió las fuerzas, viniendo a quedar como muerta.<br />
Mientras <strong>Julieta</strong> se entregaba de tal suerte a su dolor, la buena nodriza, inquieta de su<br />
larga ausencia y recelosa de lo mucho que sufría, la buscaba sin descanso por todo el<br />
palacio de su padre, hasta que, habiendo penetrado al fin en el aposento de la joven, la halló<br />
tendida en su lecho, yerta y rígida como un cadáver. Creyéndola muerta al principio,<br />
comenzó a gritar fuera de sí; mas notando en breve que respiraba, llamándola<br />
repetidamente, la hizo volver de su éxtasis. Esto alcanzado, la dijo:<br />
-No sé en verdad por qué obráis de este modo, ni por qué os dais a tan inmoderada<br />
tristeza. Viéndoos ha poco, he pensado morir.<br />
-¡Ah! Mi excelente amiga -contestó la desolada <strong>Julieta</strong>-, debéis fácilmente comprender<br />
con cuán justa razón me lamento, pues que he perdido en un segundo los dos seres que me<br />
eran más caros.<br />
-Paréceme -replicó la buena anciana-, que, tomando en cuenta vuestra honra, obráis mal<br />
llegando a tal extremo, porque en la hora del conflicto debe predominar la prudencia.<br />
¿Pueden acaso nuestras lágrimas volver la vida al señor Tybal? Su temeridad excesiva es<br />
solo la causa del accidente. ¿Hubiérais querido que <strong>Romeo</strong>, haciendo afrenta a su raza,<br />
sufriera el ultraje de un igual suyo? El que viva debe ser para vos un consuelo. Además,<br />
siendo como es persona de rango, bien emparentado y querido de todos, puede más<br />
adelante ser llamado de su destierro. Armaos, pues, de paciencia: si la fortuna lo aleja de<br />
vos por algún tiempo, al devolvéroslo, estad cierta que os hará experimentar una dicha más<br />
grande, un contento mayor del que hasta aquí habéis sentido. Vaya, dadme palabra de no<br />
afligiros así, e iré a la celda del padre, a saber de vuestro esposo y a inquirir el sitio en que<br />
se oculta.<br />
Accedió la joven, y la buena ama, habiéndose encaminado a San Francisco, supo por<br />
boca del mismo Fray Lorenzo que <strong>Romeo</strong> iría, cual de costumbre, a ver a <strong>Julieta</strong> y a<br />
enterarla de lo que pensaba hacer en lo futuro.<br />
Las horas que ésta pasó esperando fueron horas de inquietud y ansiedad, horas iguales a<br />
las del marino que ve la calma después de la tormenta, y sucederse otra vez al tiempo<br />
bonancible, que le tranquilizaba, un nuevo y más furioso huracán.<br />
Llegado el momento convenido, se presentó <strong>Romeo</strong> en el jardín, y hallando ya dispuesto<br />
lo necesario, hizo su habitual ascensión, cayendo en brazos de <strong>Julieta</strong>, que, conmovida, le<br />
esperaba. Y uno y otro amante, sin poder pronunciar palabra, deshechos en lágrimas y