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julio 2010 - ANUE

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Editorial<br />

El respeto de los derechos fundamentales<br />

en una etapa de recesión<br />

En la difícil coyuntura política, económica,<br />

pero sobre todo social y humana en que<br />

hoy estamos es complicado conjugar tres<br />

vectores:<br />

- el respeto de los derechos humanos y libertades<br />

fundamentales de todos,<br />

- el mantener los derechos sociales y económicos<br />

alcanzados por la sociedad del<br />

bienestar,<br />

- conciliar todo ello con una crisis económica<br />

general y global.<br />

La respuesta a la que deberíamos llegar,<br />

apriorísticamente, sería que estas tres realidades<br />

tal vez no pueden ser resueltas a<br />

corto plazo, pero sí que deben ser, necesariamente,<br />

asumidas por toda la sociedad y<br />

no sólo por una parte de la misma. Avanzar<br />

para salir de la trágica situación y buscar caminos<br />

posibles no se puede hacer a través<br />

de una constante lamentación ni de establecer<br />

agravios comparativos a cualquier nivel<br />

como hace tiempo que se está haciendo.<br />

Construir un muro de las lamentaciones no<br />

nos conduce a ninguna parte, por el contrario,<br />

nos paraliza y nos lleva al pesimismo.<br />

La sociedad asiste como actor perjudicado<br />

a debates estériles, poco realistas e inadecuados,<br />

con la realidad del día a día, por parte<br />

de los gobernantes, dirigentes políticos, partidos,<br />

pero también por los llamados agentes<br />

sociales y económicos. Seguramente no todos<br />

ellos son culpables de la crisis o de haber llegado<br />

donde estamos, pero sí que, por acción,<br />

impericia, omisión o por miedo –a la hora de<br />

tomar decisiones– han sido directa o indirectamente<br />

los responsables. En definitiva, se ha<br />

actuado sin la razonable previsión que correspondería<br />

“a un buen padre de familia” en la<br />

gestión de los intereses públicos y comunes<br />

de la sociedad.<br />

Pero debemos advertir, como Asociación<br />

y como ciudadanos, que todas las normas o<br />

cualquier decisión o política que se adopte<br />

a partir de ahora –por muy estrictas, duras y<br />

restrictivas que sean– no deben perder nunca<br />

de vista el valor y principios normativos<br />

esenciales que se fundamentan en el respeto<br />

a los derechos fundamentales y en las<br />

libertades públicas de todos y para todos.<br />

Es el patrimonio más importante y preciado<br />

que hemos alcanzado en nuestro envidiable<br />

y envidiado Estado de derecho.<br />

Hacer una política de contención del gasto<br />

público, de evitar el lujo innecesario, de<br />

no gastar más de lo que tenemos, de llevar a<br />

cabo una arriesgada y no populista política<br />

seria y, evidentemente, de actuar como una<br />

Administración ágil, eficaz, transparente y<br />

competente es lo que requiere y demanda<br />

la sociedad para poder aceptar el sacrificio<br />

personal o familiar que la situación pide.<br />

Y también hemos de advertir y tener mucho<br />

cuidado que buscando el camino de<br />

salida no hacemos pagar los platos rotos a<br />

quien no es culpable y, sobre todo, que no<br />

limitamos los derechos individuales y colectivos<br />

de las personas que más necesitan de<br />

la solidaridad y cooperación, es decir, los<br />

que menos derechos y beneficios han tenido<br />

en el disfrute del Estado del bienestar.<br />

El respeto de los derechos humanos y libertades<br />

fundamentales no es un criterio<br />

coyuntural o un lujo de la sociedad, sino<br />

la base estructural de nuestra democracia,<br />

cuyos límites no son negociables y son irrenunciables<br />

hoy.<br />

En la <strong>ANUE</strong> todavía creemos en valores<br />

como la confianza, el esfuerzo, la transparencia<br />

y la responsabilidad considerados<br />

como la clave para ir definiendo un nuevo<br />

camino de progreso social y económico. En<br />

definitiva, recuperar los principios y valores<br />

contenidos en el Preámbulo de la Carta de<br />

las Naciones Unidas y la Declaración Universal<br />

de los Derechos Humanos, y que han<br />

orientado la mayoría de normas y constituciones<br />

vigentes.<br />

Nos jugamos mucho y todos podemos salir<br />

perjudicados.<br />

40<br />

Editorial

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