Cosmos del Alma - PlanetaGEA
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quien acepta servir a la oscuridad con el fin de asistir a la humanidad para proporcionaros los<br />
parámetros <strong>del</strong> libre albedrío que determinan la existencia como conciencia individual <strong>del</strong> alma.<br />
Ese mensaje es borroso para vuestra visión, pues ha perdido claridad en el curso de las diversas<br />
interpretaciones que han recibido dichas escrituras sagradas. Os vendría bien volver a leer la Biblia<br />
como un relato que proporciona conocimiento y poder, y no como la herramienta en que se ha<br />
trastocado en manos de la cultura religiosa: un manual mítico de obediencia.<br />
Os decimos que esta gran obra de misticismo esotérico contiene toda la Sabiduría Secreta, pero<br />
vuestros líderes religiosos distorsionan las enseñanzas en forma de nuevos paradigmas que son<br />
útiles para sus estructuras. Tenéis que leer sin tomar en cuenta sus enseñanzas, regresar a la<br />
información esencial contenida en los escritos y descifrar los códigos para revelar el significado dado<br />
a las palabras antes de que se transmutasen en sus actuales interpretaciones.<br />
¿No fue la Biblia la que introdujo la serpiente maléfica en el jardín mágico?<br />
Sus palabras a Eva despertaron en Adán y Eva el deseo de comer <strong>del</strong> fruto prohibido:<br />
«El día en que comáis de él, se os abrirán los ojos y seréis como Dioses,<br />
conocedores <strong>del</strong> bien y <strong>del</strong> mal 2 ».<br />
Os han enseñado a temer a la serpiente y a creer que vuestros problemas empezaron cuando Adán y<br />
Eva desobedecieron a Dios, y aquí estamos otra vez, de regreso en la lucha de poder, volviendo a<br />
vivir la culpa que no os corresponde cargar.<br />
2 Génesis 3:5-6<br />
Esa interpretación os hace temer la condenación de Dios, su ira desatada sobre aquellos que se<br />
atreven a desobedecer la ley y el mandato divino. Por otra parte, os preguntamos: ¿qué suerte<br />
habrían corrido los dos únicos seres existentes si hubiesen resistido la tentación de comer la manzana<br />
y fueran los residentes exclusivos <strong>del</strong> jardín <strong>del</strong> placer?<br />
En las palabras de esas enseñanzas sagradas se lee un mensaje distinto, y os pedimos que oigáis<br />
una interpretación muy diferente de estos arquetipos —un tratado hexadimensional—, donde la<br />
serpiente (Satán, el yo «sombra» de Dios) invita a Adán (el yo lógico y analítico, el yang) y a Eva (el<br />
yo intuitivo, el yin) a que reconozcan que, como chispas de la luz divina, son responsables de las<br />
elecciones de su libre albedrío, y que con la manzana (el fruto de esa conciencia) son libres de elegir<br />
entre los extremos de la polaridad: el bien y el mal, la luz y la oscuridad, Dios y Satán.<br />
Una interpretación os enseña el miedo y la culpa; la otra os da el poder de reconocer la fuerza divina<br />
en vuestro interior. ¿Es de extrañar que el Poder haya favorecido la primera?<br />
Los líderes religiosos os hacen postrar de rodillas para que obedezcáis a Dios y le tengáis miedo al<br />
diablo o a cualquier ser maligno equivalente que refleje la oposición a la fuerza divina en la expresión<br />
de una religión dada. Se trata siempre de una modalidad de Satán: el elemento antagonista en todas<br />
las religiones.<br />
Y en todas las épocas, aun en las culturas más paganas, los espíritus malignos han sido perseguidos,<br />
expulsados, temidos y venerados. Sin el diablo no hay religión, ¿no es verdad? Es decir, si la religión<br />
ha de existir, ¿no le hace falta un antagonista para crear la tensión dinámica tan necesaria en la<br />
tragedia humana?<br />
Considerad la comedia griega o vuestras propias obras de teatro y películas dramáticas modernas.<br />
Sin el contraste dinámico entre el protagonista y el antagonista, sin el bueno, el malo y el feo, no hay<br />
trama que pueda mantener atento a nadie. Las grandes y rentables instituciones de la religión<br />
organizada en vuestro mundo requieren miles y miles de millones de dólares para sustentarse, y<br />
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