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Cosmos del Alma - PlanetaGEA

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Del más profundo de vuestros símbolos esotéricos surge otra clave:<br />

Sólo al integrar los aspectos yin y yang<br />

de vuestro propio ser<br />

se resolverá la ilusión de la polaridad <strong>del</strong> Espíritu.<br />

Cuando el Adán y la Eva en vuestro interior se conviertan en Uno,<br />

entonces podréis conocer y entender el Todo-lo-que-es.<br />

Al igual que Adán y Eva, aún necesitáis la dualidad, pues tenéis que crear muchas elecciones para<br />

vosotros mismos si vais a continuar en vuestro sendero evolutivo. Sólo cuando vosotros, coceadores<br />

<strong>del</strong> universo, hayáis evolucionado hasta un punto en que os fundáis nuevamente en la divinidad, ya<br />

no será necesario que exista la polaridad. Al llegar a la culminación de la travesía de vuestra alma (el<br />

yo-Dios que ha expresado el deseo de existir como conciencia individual), seréis completamente<br />

libres <strong>del</strong> requisito por excelencia de la existencia consciente, la motivación de vuestro libre albedrío y<br />

el incentivo evolutivo: la elección.<br />

Lo importante es que, conforme transitáis las dimensiones más elevadas, la oposición de ese<br />

dualismo inherente se hace menos extrema, pues vuestra comprensión llega a tal grado que en la<br />

dinámica veis el Todo, la globalidad. Lo bueno y lo malo se vuelven aspectos <strong>del</strong> ser que ya no se<br />

oponen mutuamente; se experimentan más bien como fluctuaciones o matices de expresión mutua.<br />

Con la caída <strong>del</strong> velo desaparecen los arquetipos de oposición, así como también el diablo, el ser de<br />

maldad absoluta, pues la extrema oscuridad <strong>del</strong> ángel caído ya no tendrá importancia para vosotros.<br />

Simplemente no necesitaréis de esa ilusión para manteneros en el camino <strong>del</strong> equilibrio entre el bien<br />

y el mal, pues ya no estaréis limitados por las posibilidades de «lo uno o lo otro» de esa dualidad.<br />

Más aún, una vez que atraveséis y sobreviváis el túnel, el renacimiento instantáneo de vuestra Deidad<br />

Solar, habréis procesado tanto de vuestro miedo que, sin duda, lo habréis soltado todo mucho antes<br />

de llegar a la luz brillante.<br />

¿Podéis imaginaros la vida sin el bien y el mal?<br />

Si aceptáis que todo está en un estado de movimiento ascendente y que la fuerza de Dios impregna<br />

todas las cosas, entonces, ¿cómo puede algo ser «malo»? Conforme os liberáis de las trampas de la<br />

dualidad (lo blanco y negro de vuestras creencias y comportamientos actuales) pasáis a un estado<br />

iluminado de conciencia, donde percibís la reciprocidad de todas las cosas. Muchos de vosotros ya<br />

habéis desarrollado vuestra conciencia hasta el grado en que entendéis esta relación mutua, cuya<br />

representación más perfecta se encuentra en el símbolo Tai-chi Tu de la dinámica yin y yang.<br />

Allí se aprecia el círculo, símbolo de la totalidad, dividido (en un sentido gráfico) en la oscuridad y la<br />

luz; en una misma expresión, hay un punto de oscuridad dentro de la luz, y viceversa. Este diseño<br />

sumamente significativo describe, sin palabras, la relación de perfecta compenetración de los<br />

aspectos polares que comprenden la totalidad.<br />

La dualidad, entonces, no termina con el cierre <strong>del</strong> calendario de Gaia ni tampoco desaparece en la<br />

dimensión más elevada. Más bien, queda claro en vuestra conciencia, y en verdad en vuestra<br />

experiencia total, que las fuerzas polares no son sino los extremos de la totalidad, y que la una<br />

depende de la otra para su existencia. En vez de eliminar los polos, los retinaréis en lo que os<br />

sugerimos será un proceso gradual. Al hacerlo, integráis los extremos de la oposición polar, y el diablo<br />

—el gran antagonista tridimensional— desaparece en la luz de la fuerza de Dios, que lo impregna<br />

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