Tres Tratados (pdf)
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de zonas no contaminadas. Esa es la razón que los hace aparecer a veces en masas<br />
compactas y número prodigioso, en las inmediaciones de las costas.<br />
Cuando en un lugar cualquiera se congrega una cantidad de peces como no se ha visto<br />
en varios años, seguramente vamos a ver aparecer una epidemia, pues al arsénico que<br />
ha impregnado desde mucho antes a los peces, acabará envenenando a los hombres,<br />
debiéndose a la constitución más fuerte y resistente de estos últimos el que tarden más<br />
que los peces en enfermarse.<br />
Otro tanto puede decirse a propósito de las demás especies de venenos emitidos por<br />
los astros, que, luego de alterar a M, no solamente debilitan a los hombres y a los peces<br />
sino que<br />
envenenan los frutos de los campos y a todos los seres vivos de la tierra.<br />
Capítulo undécimo<br />
(Afinidad de los venenos con sus correspondientes entidades)<br />
Adaptando al cuerpo humano el ejemplo que acabamos de referir, vemos que<br />
podemos comparar el tronco a un lago yios miembros a otros tantos peces. Cuando la<br />
vida que existe en todo nuestro ser se corrompe por la influencia del veneno emanado<br />
de los astros, la mayor debilidad aparece en las piernas por ser precisamente allí donde<br />
se acumula la mayor cantidad del veneno. Todas las demás Entidades astrales poseen a<br />
su vez su veneno correspondiente y así, unas visitan solamente la sangre, como la<br />
“realgárica”; otras los huesos y las articulaciones, como las derivadas de la Sal; otras<br />
sólo la cabeza, como las mercuriales; éstas engendran tumefacciones e hidropesías,<br />
como las auripigmentadas y aquéllas producen la fiebre, como los amargos. (3)<br />
3 Paracelso llamaba “Realgar” (véase nota anterior) a la espuma que representaba la<br />
infección aflorando a la piel, bajo forma de sarpullidos, aczemas, llagas, úlceras,<br />
erupciones y urticarias. Su atribución, expresiva a las enfermedades de la sangre, es<br />
perfectamente lógica. Asignar el Mercurio a la cabeza se comprende también, no solamente<br />
por las cefaleas y estomatitis que provoca, sino por los espectaculares resultados<br />
que procura en las úlceras gomosas sifilíticas de la cara y la nariz, tan frecuentes<br />
en aquellos tiempos.<br />
La Sal correspondería a los huesos, por natural conjunción telúrica o afinidad<br />
geológica.<br />
La ictericia —que era indudablemente la enfermedad “auripigmentada”— encaja<br />
perfectamente en el cuadro de la cirrosis (ascitis, hepatomegalia e ictericia, correspondiendo<br />
a hidropesía, tumefacción y piel teñida de amarillo, o “auripigmentada”).<br />
Atribuir la fiebre a los amargos es simplemente invertir los términos de causa a síntoma,<br />
pues es clásico de la fiebre el mal gusto de la boca la lengua saburral y el sabor<br />
amargo, que es lo que impresionaba más al espíritu deductivo y al fino observador que<br />
fue sin duda Paracelso.<br />
A fin de que asimiléis mejor todo esto, vamos a simplificaros las cosas con toda<br />
prodigalidad e incluso cuanto concierne a la naturaleza de la propia Entidad Astral. De<br />
esta manera echaréis de ver cómo algunas de estas cosas penetran profundamente en<br />
nuestro cuerpo, afectando el mismo licor vital y produciendo las enfermedades clínicas,<br />
en tanto que otras, que determinan las heridas, ponen en actividad a la potencia ex-