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Nuestros pueblos - El avisador malagueño

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Por Diego Ceano<br />

Haciendo puñetas<br />

No hace tanto tiempo, ocurrió un hecho del que se habló con profusión. <strong>El</strong> parque de Málaga, se<br />

había llenado, inexplicablemente de ratas, unos roedores de los que se decía, haciendo alarde de nuestra<br />

exageración malagueña, eran como caballos. No, no eran como caballos pero sí muy grandes.<br />

Aquella epidemia “rateril” traía en jaque a los funcionarios y demás curia de sabedores municipales.<br />

<strong>El</strong>los y ellas no terminaban de explicarse lo que estaba sucediendo. Un buen día, un ciudadano con<br />

más sentido común que estudios, les desveló el enigma de lo que estaba pasando. Una buena señora, cada<br />

día por la mañana, llevaba unos cubos llenos de sobras de comida para los gatos que pululaban por el parque<br />

y que cada día se daban cita en la espalda del antiguo edificio de correos, entonces cerrado y en vías<br />

de ser reconvertido en rectorado. Allí éstos engullían agradecidos aquellos alimentos que la dadivosa señora<br />

les proporcionaba a diario. Luego con la panza llena los gatos se tumbaban al sol de la mañana como<br />

si de cualquier “guiri” se tratara, pero ya se sabe, porque bien claro lo deja el refranero: “Gato con barriga<br />

llena no caza ratones”. Esa fue la razón que hizo que proliferaran las ratas y demás roedores hasta el punto<br />

que solían cruzarse sin pudor alguno con los viandantes que paseaban por el parque.<br />

No sé qué pasó con aquella “santa mujer”, pero después de averiguarse esto ya no fue más y el<br />

consistorio tuvo que gastarse unos buenos dineros, es decir nosotros los contribuyentes, pagamos un plan<br />

de choque de desratización que nos costó “un pico”. Todo este rollo viene a cuento ya que estas dadivosas<br />

personas siguen alimentando a esas criaturitas de Dios y que dicen ¡miau!<br />

Cada mañana cargadas de bolsas de comida, se dirigen, a eso de las siete y media de la mañana al<br />

paseo marítimo de Antonio Banderas, en un lugar cercano al chiringuito Escribano. Allí se dan cita los<br />

mininos con la baba caída buscando su rancho, como si aquello fuera un comedor gatuno de auxilio social.<br />

Poco me he de equivocar, y sin dármelas de profeta puedo asegurar que dentro de poco veremos a<br />

una legión de ratas haciendo de las suyas en<br />

las playas de aquella zona, entre los chiringuitos,<br />

en los parques infantiles y en las tupidas<br />

jardineras de la zona y volveremos a ver al<br />

consistorio, gastándose los “parneses” de todos,<br />

en planes de choque de desratización.<br />

Pero no es aquí, en el único lugar, donde los<br />

felinos reciben ese maná, también hay una<br />

señora que cada día les pone comida, sobre<br />

platitos de papel, (es que aquellos gatos al ser<br />

una zona de postín, son más remilgados) en la<br />

zona que se conoce como calle de los Campos<br />

<strong>El</strong>íseos, por el Paseo de Reding y de igual<br />

manera se viene haciendo lo propio en otros<br />

puntos de la ciudad. Creo yo, dentro de mi<br />

corto entender, que la concejalía de Medio<br />

Ambiente debería tomar parte en el asunto y atajar, ahora que aún se puede poner remedio.<br />

Hay una expresión que dice: “la caridad bien entendida, empieza por uno mismo”, ¿a ver si ahora<br />

los gatos van a ser los únicos que no se van a ir a hacer puñetas con la crisis?<br />

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