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Al servicio<br />
de las personas<br />
y las naciones<br />
CUENTO D<br />
El mercader sabio<br />
HABÍA UNA VEZ UN MERCADER que tuvo solamente un hijo. A donde quiera que fuese uno, el otro lo<br />
acompañaba, pues el mercader era de edad avanzada y al hijo no le gustaba que su padre viajara solo.<br />
En aquellos tiempos, viajar no era un placer, ya era frecuente que aparecieran bandidos en el trayecto,<br />
ya fuera por tierra o mar. Padre e hijo negociaban con joyas preciosas, y sucedió que una vez se<br />
embarcaron para hacer un largo viaje. Llevaban un cofre lleno de joyas para venderlas en tierras lejanas<br />
y se cuidaron de no decir a nadie que portaban una fortuna.<br />
Padre e hijo ocuparon un camarote donde por seguridad pusieron el cofre. Uno de los<br />
marineros descubrió que el mercader tenía tesoros muy valiosos en su camarote y lo comentó con el<br />
resto de la tripulación, que resultó ser una banda de ladrones. Sucedió por casualidad que cuando los<br />
marineros discutían acerca del descubrimiento, el mercader escuchó parte de la conversación. Esto fue<br />
lo que escuchó:<br />
–Ahora tenemos una oportunidad espléndida para hacernos ricos.<br />
–¿Cómo? –gritaron los demás.<br />
–Esta mañana entré al camarote del mercader para averiguar lo que llevan dentro de su cofre.<br />
Encontré la llave en la cerradura, lo abrí y descubrí que estaba lleno de perlas y diamantes.<br />
–¿Qué propone? –le preguntaron–. Hable, usted es nuestro jefe.<br />
–Mi plan –respondió– es muy simple. Mañana, cuando estemos en alta mar, uno de nosotros<br />
empezará una conversación con el mercader y lo guiará hasta un extremo del barco. Yo estaré<br />
vigilando, y cuando el viejo se vuelva hacia el mar, cruzaré corriendo la cubierta y lo empujaré al agua.<br />
Una vez que el hijo se entere de la muerte de su padre se sobrecogerá de dolor. Entonces será muy fácil<br />
que uno de nosotros entre al camarote, saque las joyas de la caja y deje el cofre vacío.<br />
–¿Qué pasará con el botín? –preguntaron.<br />
–Por supuesto que lo dividiremos en partes iguales –les dijo–. Somos siete y a cada uno le<br />
tocará una porción idéntica. Esto será suficiente. Todos seremos ricos y podremos dejar atrás nuestras<br />
desdichadas vidas en el mar para empezar una nueva vida cuando lleguemos a puerto.<br />
–Estamos de acuerdo –respondieron al unísono.<br />
El mercader no perdió ni una sola palabra de este plan tan interesante. Sonrió y se dijo a sí<br />
mismo: “Bien dice el proverbio: ‘El hombre propone, pero Dios dispone’. ¿Cómo lograré ser más<br />
inteligente que estos ladrones?”. Sobrecogido de miedo y cólera, el mercader caminaba de un lugar a<br />
otro sobre la cubierta, tratando de pensar cómo solucionaría el problema. Decidió ir con su hijo al<br />
camarote, que se encontraba ahí porque habían hecho un pacto de que alguno de los dos tendría que<br />
pasar la mayor parte del día encerrado para estar al pendiente del tesoro.<br />
–Hijo mío –le dijo– por la merced de Dios he descubierto un plan villano. Los marineros a<br />
bordo son una banda de ladrones y asesinos. Escuché su plan por la voluntad de Dios, dado que el<br />
Todopoderoso siempre ve por nosotros y nos manda avisar cuando el peligro nos acecha. Mi vida está<br />
en peligro al igual que nuestra fortuna.<br />
–Debemos pelear –dijo el muchacho.<br />
–No –respondió el padre–, son muchos y acabarían con nosotros. Debemos actuar con gran<br />
cautela. Si prometes hacer todo lo que te digo con exactitud, pienso que lograremos salir con bien.<br />
–Te lo prometo, querido padre, ¿qué debo hacer?<br />
Organización<br />
de las Naciones Unidas<br />
para la Educación,<br />
la Ciencia y la Cultura<br />
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