Relatos ganadores - Ainsa

compañero de mesa en el casino y de apuestas en las carreras de caballos.
¿Amistad? No. Yo nunca he tenido amigos. Tal vez algunos conocidos con los que intimé
y trabé cierto afecto a través de los años y los naipes, pero poco más. Nunca ha estado en mi
ánimo ni en mi manera de entender la vida vincularme a nadie de un modo tal que, llegado el
caso, me haga sufrir o preocuparme. Por tanto, huelga decir que tampoco amé nunca a ninguna
mujer. Siempre las poseí por su gusto o porque tuve dinero con que pagarles. El resto de cosas,
con una mujer cerca, siempre se me han antojado un auténtico estorbo. Vivo solo y rico, y no
tengo remordimientos de conciencia. Gasté casi todo mi dinero en fiestas, prostíbulos, caballos y
alcohol. El resto lo despilfarré.
III
—Será pasado mañana por la noche, después de la partida en el casino —anuncié a Aloïs
con toda frialdad una tarde que sabía que Gerard estaba ausente—. No sufrirá en absoluto. Él
confía en mí y no esperará que le dispare.
caminos.
—¿Un disparo?
—En la cabeza y a bocajarro. En mi establo. Mi hacienda queda apartada de todos los
—¿Y el cadáver? —Aloïs se restregó las manos, pero aquel gesto estaba totalmente
desprovisto de inquietud.
—Hay un pozo detrás de las cuadras. Nadie en mi casa sabe de él. Es profundo y oscuro.
Lo tiraré allí y luego taparé todo: nadie podrá encontrarlo.
—Tengo el dinero preparado, porque supongo que lo querrá por adelantado.
—Desconfío de todos, sin excepción —le aclaré con firmeza —. Y usted, querida, debería
hacer lo mismo. Pronto tendrá una fortuna en su haber y no es bueno que confíe en nadie. Ni
siquiera en su sombra. Hágame caso. El mundo está plagado de rufianes y canallas de la peor