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Mal cerrada la herida de una infancia de hambre. Mal cerrado, sin cicatriz, el recuerdo de la<br />
noche en que vinieron por su padre. Cerrado en falso el desgarro de la partida, con su madre<br />
viuda. Después toda una vida. Y los que le vieron regresar temieron que, desde su nueva<br />
perspectiva, tratara de levantar su dedo acusador. La desmemoria es un aliado de aquel a quien<br />
la vida guarda para siempre la factura una deuda de responsabilidad, y quien recuerda y<br />
remueve el pasado reclamando justicia acaba por estar mal visto. Porque nadie piensa en pagar<br />
esa factura, eso piensa Niceto, el Gachas, aunque lo calle y sepa quién debería pasar por caja.<br />
Fue el caso que, aceptado el ofrecimiento de Sinués, se le recibió en el pueblo con un<br />
cúmulo de sentimientos contradictorios. Eso lo sabían todos los parroquianos de la barbería del<br />
Colorao. No fue ningún secreto la cicatería y la mezquindad con que las autoridades locales<br />
trataron a Gregorio, que lejos de ver facilitada su labor, encontró en los miembros de la<br />
corporación municipal todos los escollos e inconvenientes, todos los obstáculos y trabas que<br />
hallaron a su alcance. El lugar elegido por el artista fue interpretado como un intento de<br />
propaganda para sabe Dios qué ideas, que a pesar de que el proyecto estaba sobre la mesa del<br />
propio ayuntamiento, con pelos y señales, la desconfianza era notoria. Los bocetos y la memoria<br />
hablaban de un tributo a la libertad en el que se rompen las cadenas, las alambradas de espino,<br />
las ideas que constriñen la creatividad, el hacer humano. No parecía mal. Por más vueltas que le<br />
dieron no hallaron una excusa en la que amparar una negativa, pero las reticencias siguieron. De<br />
hecho, el presupuesto aprobado apenas si alcanzaba para la adquisición de una mínima parte de<br />
los materiales. Tal vez pensaron que Sinués desistiría. Y hubo un momento en el que estuvo a<br />
punto de abandonar aquella generosa idea de dotar a su pueblo de una memoria, de aportarle lo<br />
mejor de sí mismo. No era un problema económico, en ese sentido podía permitirse el lujo de la<br />
generosidad inmerecida. No era eso. Había algo que dolía más, la intolerancia y la tozudez, la<br />
cazurrería pueblerina de quienes creen estar rigiendo los destinos de un pueblo.