Relatos ganadores - Ainsa

indica que ha sido usada hace muy poco tiempo. También había pisadas recientes de la señora de
Doroise en la escalera y en la tierra de la bodega. En la gendarmería ha confesado que ella y
usted tejieron un plan para acabar con su esposo a cambio de una importante suma de dinero.
—¿Un plan? ¿Con madame Bersí? Si casi no la conozco. Me temo que no entiendo que
está diciendo, señor.
—La señora Bersí afirma que usted se ha desecho del cuerpo tirándolo a un pozo que
tiene oculto tras las caballerizas.
—Todo eso es un disparate, inspector Pray. Por nada del mundo se me ocurría algo
semejante. Si ni siquiera tengo un pozo donde la señora Bersí dice.
—Imagino entonces que no le importará que echemos un vistazo.
—En absoluto —dije mostrando desconcierto.
Un rápido gesto del inspector sirvió para que los dos hombres que venían con él salieran
de la casa en busca del pozo.
En las caballerizas sólo encontraron a Yaiza, mi yegua recién nacida; a Yakaré, su madre,
y a un puñado de animales de granja pululando por la cuadra, aleteando incómodas o asustadas
cuando pasábamos cerca. A pesar del minucioso registro, no hallaron nada significativo. Ni
rastros de sangre, ni huellas, ni ningún otro indicio que apuntara que allí se había cometido un
crimen. Por supuesto, el pozo tampoco fue encontrado, y tampoco nada que hiciera suponer que
alguna vez hubo uno tras el establo.
Pray no disimuló su enojo, dando órdenes a sus hombres para que no dejaran ni un solo
palmo sin inspeccionar. Pero todo fue en vano. Allí no había nada sospechoso.
—¿Puede usted explicar, madame, qué pretende? —la voz del investigador sonó
extremadamente desagradable.
Aloïs se encogió de hombros y contesto desabridamente.