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Relatos ganadores - Ainsa

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ninguna manera que su compañero de apuestas y de naipes le estuviera contando todo lo que<br />

usted y yo habíamos hablado durante semanas con el único fin de terminar con su vida.<br />

“¿Por qué? Tiene mucho más de lo que necesita”, me preguntó. El desdichado tenía la<br />

voz rota. Su labio inferior, carnoso y rojo, parecía descolgado con el sofoco, y en sus ojos<br />

marrones, acristalados por el miedo y el desconcierto, había mucho pánico, pero también mucha<br />

tristeza. Sin embargo su expresión se fue crispando a medida que iba desarrollándose la<br />

conversación. Cada detalle, cada palabra que salía de mi boca, fue cambiando su estado de<br />

ánimo, de tal forma que su mirada se tornó iracunda, los cabellos de su larga melena rizada se le<br />

pegaron a las sienes, y al poco, toda su elegancia se fue a pique como un barco en la galerna<br />

hasta tomar una actitud completamente desconocida para mí.<br />

“Todos queremos más, querido Gerard”, le expliqué tranquilamente. “Supongo que es<br />

solo eso por lo que va a morir aquí esta noche, rodeado de caballos, de paja, de gallinas y gansos,<br />

lejos del patíbulo que es donde yo acabo con la vida de mis semejantes.<br />

“¿Así que además de comerciante, verdugo?”<br />

“Aunque le resulte extraño, es algo que comencé por pura curiosidad”, contesté sin darle<br />

importancia. “¿No es terrible? La ciudad, el mundo, está lleno de desheredados, parias y<br />

pedigüeños que mueren en las calles de hambre o de frío en las noches de invierno. Sin embargo<br />

usted, amigo mío, va a ser víctima de su propia riqueza. Morirá rico, pero tirado en un pajar<br />

como un siervo o un pobre”.<br />

“¿Cuánto dinero le ha ofrecido mi esposa por matarme?”, me preguntó.<br />

Le contesté que ninguna vida humana tiene precio, ni siquiera la de los desgraciados que<br />

la justicia manda a la guillotina o a la horca. Dije eso y tiré para atrás, despacio, del martillo de<br />

mi pistola. Después apunté directamente a su cabeza.<br />

“Tengo... Tengo algo mejor que ofrecerle”, balbució.

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