Relatos ganadores - Ainsa

tranquilizó de alguna manera pensar que el inspector dividiría su presión (y por lo tanto, sus
métodos) entre ella y yo.
Tras unas cuantas preguntas rutinarias que salvé sin mayores contratiempos, el joven
agente de la ley me pidió, tras quedarme a solas con él, que llevara a cabo algo sorprendente.
—Saque una fotografía de aquel edificio de enfrente —me pidió señalando la Black—
Hunter de Gerard Doroise.
—No sé usarla —me limité a contestar.
—¡Haga lo que le he dicho! —me instó dando un puñetazo en la mesa que hizo dar un
respingo al tintero, los pliegos de papel y el resto de cosas que reposaban sobre el mueble.
Me acerqué a la cámara y traté de prepararla para hacer lo que Pray me había pedido.
Fui incapaz de enfocar la imagen y de colocar la placa de cobre para retratar el edificio. Tras
intentarlo unas cuantas veces, me di por vencido. Cuando hube acabado, el inspector esbozo algo
parecido a una sonrisa, aunque aquel gesto se acercaba más a una mueca de satisfacción.
El hombre que se había marchado en busca de datos al banco entró entonces en el
despacho del inspector y extendió un papel timbrado de la entidad firmada por su director,
monsieur Jacobs Mornì. Juan Pray lo leyó despacio y luego volvió al encabezamiento para
comprobar nuevamente el documento.
—La señora Bersí no ha sacado nada del banco. No hay más movimientos que el de la
cantidad que pudimos encontrar ayer en su casa. El importe de un billete para viajar hasta
Mallorca y poco más.
—¿Por qué cree que ella ha querido invol...?
—No lo sé, pero tampoco es algo que me preocupe especialmente —me interrumpió.
Queda usted libre —Dijo eso y ordenó al gendarme que le había entregado el papel que me
acompañara a la salida.