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Arthur Rimbaud - Personal Telefónica Terra

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directa suponga una molesta concesión a Platón: ¿qué puede<br />

ser lo que ve el poeta, sino la Idea de las cosas? Y ¿de dónde<br />

sale esa Idea? ¿De dónde sale «la rosa que no está en ningún<br />

ramo», como decía Mallarmé? O la crea Dios, o la crea la<br />

Mente, abstrayéndola de la realidad objetiva. Ahí radica la más<br />

desalentadora contradicción del Romanticismo, porque no hay<br />

nada menos conciliable que la Religión o la Filosofía y la Poesía.<br />

Poco se menciona, en cambio, la solución que consistiría<br />

en reivindicar para el poeta la capacidad de abstraer de las cosas,<br />

en vez de realidad, sensaciones.)<br />

<strong>Rimbaud</strong>, en su furia juvenil, añade a esta noción del vidente<br />

un requisito no tan ilógico como parece a primera vista,<br />

pero sí invivible: «El primer objeto de estudio del hombre que<br />

quiere ser poeta», escribe en la segunda carta, «es su propio<br />

conocimiento, completo; se busca el alma, la inspecciona, la<br />

prueba, la aprende. Cuando ya se la sabe, tiene que cultivarla;<br />

lo cual parece fácil: en todo cerebro se produce un desarrollo<br />

natural […] — Pero de lo que se trata es de hacer monstruosa<br />

el alma: ¡a la manera de los comprachicos, vaya! Imagínese un<br />

hombre que se implanta verrugas en la cara y se las cultiva.<br />

»Digo que hay que ser vidente, hacerse vidente.<br />

»El poeta se hace vidente por medio de un largo, inmenso y<br />

razonado desarreglo de todos los sentidos. Todas las formas<br />

de amor, de sufrimiento, de locura; busca por sí mismo, agota<br />

en sí todos los venenos, para no quedarse sino con sus quintaesencias.<br />

Inefable tortura en la que necesita de toda la fe, de<br />

toda la fuerza sobrehumana, por la que se convierte entre todos<br />

en el enfermo grave, el gran criminal, el gran maldito, — ¡y el<br />

supremo Sabio! — ¡Porque alcanza lo desconocido! ¡Porque<br />

se ha cultivado el alma, ya rica, más que ningún otro! Alcanza<br />

lo desconocido y, aunque, enloquecido, acabara perdiendo la<br />

inteligencia de sus visiones, ¡no dejará de haberlas visto! Que<br />

reviente saltando hacia cosas inauditas o innombrables: ya<br />

vendrán otros horribles trabajadores; empezarán a partir de los<br />

horizontes en que el otro se haya desplomado».<br />

Lo que está diciéndonos <strong>Rimbaud</strong>, aquí, es pura lógica<br />

adolescente. Si la expresión de lo poético ha de lograrse por<br />

los sentidos mezclados, también la percepción tendrá que des-<br />

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