13.05.2013 Views

Ver revista PDF - Alforja

Ver revista PDF - Alforja

Ver revista PDF - Alforja

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

82<br />

ODETTE ALONSO YODÚ<br />

LA CIUDAD COMO ESCENARIO EN LA LÍRICA LÉSBICA<br />

Divinas perversiones<br />

No cabe duda: la ciudad es el escenario por excelencia de la diversidad en todos<br />

los sentidos y de la variedad sexual en particular. Desde la lírica sáfica<br />

hasta sus más jóvenes y recientes cultivadoras, la poesía lésbica ha nacido<br />

y se ha nutrido en esos ambientes citadinos, cuna de todas esas divinas perversiones.<br />

Gracias a Pierre Louÿs, el autor de Las canciones de Bilitis, conocemos la ciudad<br />

primera de la lírica lésbica, aquella urbe espléndida que dio vida, hacia el siglo VII antes<br />

de Cristo, a una poesía que contrastaba con la virilidad del ideal homérico, una<br />

poesía espiritual, dispuesta a cantar con delicadeza y refinamiento los sentimientos<br />

que se confinaban a los espacios privados. De ella nos dice Pierre Louÿs (Las<br />

canciones de Bilitis, Ediciones 29, col. Ucieza, Barcelona, 2003, pp. 10-11):<br />

Lesbos era entonces el centro del mundo. A medio camino entre la bella Ática y la<br />

fastuosa Lidia, la isla tenía por capital una ciudad más iluminada que Atenas y más<br />

corrompida que Sardes […]. Las calles estrechas y siempre atestadas por una multitud<br />

resplandeciente de telas coloreadas, túnicas de púrpura y de jacinto, cyclas de<br />

seda transparente, basaras arrastrantes en el polvo de los zapatos amarillos. Las<br />

mujeres llevaban en las orejas unos grandes aretes de oro engastados de perlas brutas<br />

y en los brazos brazaletes de plata maciza groseramente cincelada en relieves […] La<br />

animación de Mitylene no cesaba con el día, pues nunca era tarde para que se oyera,<br />

por las puertas abiertas, los sones de alegres instrumentos, los gritos de las mujeres y el<br />

ruido de las danzas. […] En una sociedad en la cual los maridos por la noche están<br />

tan ocupados en el vino y las bailarinas, las mujeres fatalmente debían acercarse y<br />

buscar entre sí el consuelo de su soledad. De ahí vino que aquéllas se enternecieran<br />

en esos amores delicados, a los cuales la antigüedad daba ya su nombre, y que mantuvieran,<br />

pese a lo que opinen los hombres, más pasión verdadera que viciosa búsqueda.<br />

Creo que fatalmente no es el adverbio más apropiado para referirse a “esos amores<br />

delicados [con] más pasión verdadera que viciosa búsqueda”. Creo que ni Safo ni<br />

Bilitis ni las servidoras de las musas, aquellas compañeras de las poetas lesbianas, las<br />

de Lesbos, usarían o pensarían siquiera en describir sus amores con ese adverbio.<br />

Creo que su poesía y la posterior, la que llega hasta nosotras, la que seguimos cultivando<br />

en honor a ellas, no merece ese adverbio fatal. ¡Cosas de hombres éstas de<br />

calificarnos desde su más absoluta ignorancia especulativa!<br />

Los escenarios urbanos han sido, desde Mitylene hasta hoy, el más fecundo caldo<br />

de cultivo para las relaciones lésbicas y la poesía que las canta. La ciudad como<br />

alforja 40 | primavera 2007<br />

espacio físico, los oficios de ciudad, los hobbies y los ambientes citadinos, la comida,<br />

los atuendos, los afeites, los modos y maneras de las urbes, han encontrado y<br />

encuentran lugar privilegiado en la poesía escrita por mujeres para otras mujeres.<br />

Alrededor del año 1800, Wu Tsao, en su poema “Para la cortesana Chi’ng Lin”,<br />

describía ambientes que remontaban a las servidoras de las musas en Lesbos:<br />

Sobre tu esbelto cuerpo<br />

Repiquetean los adornos de jade y de coral de tu cinturón […]<br />

Tú brillas intensamente como una lámpara perfumada<br />

Entre las sombras circundantes.<br />

Jugamos juegos del vino<br />

Y una a la otra nos recitamos poemas […]<br />

Luego una a la otra nos pintamos hermosas cejas.<br />

La mención de la ciudad como espacio físico que cobija<br />

a estos amores es el primer nivel, el más inmediato,<br />

de inserción de esta lírica en el contexto urbano.<br />

Así, por ejemplo, en “Ella pasó por aquí”, Djuna<br />

Barnes (Estados Unidos, 1892-1982) le dice a la<br />

muchacha que se ha marchado “toda vestiditos, ceceando<br />

por la ciudad” que se la robará “como un<br />

penique entre la multitud”. La misma neoyorkina<br />

multitud en la cual soñó Laura Ruiz (Cuba, 1966)<br />

besar a su novia:<br />

Yo sólo quería construir un camino por donde ir y<br />

venir. Un camino que vigilar hasta que consintieras<br />

ser besada en el invierno del Central Park, con el mismo<br />

miedo con que en un cine de isla acaricié tus<br />

muslos cuando Scarlett O’Hara —que no era Vivian<br />

Leigh sino tú— levantó los ojos y dijo mirándome:<br />

“Lo pensaré mañana.”<br />

La misma ciudad en que Dina Piera di Donato (Venezuela)<br />

canta a la “Sargento Josanna Jeffrey”: “mi<br />

centinela de trenzas escarchadas / más bella que<br />

Central Park en invierno / tatuado de azafrán / firmado<br />

Christo […] Josanna mía mi aliento de bambú”, la<br />

novia negra del Bronx, suicidada después de un año en<br />

la insensata guerra de Bagdad. Las mismas “calles bulliciosas”,<br />

en uno u otro continente —qué más da—,<br />

de las cuales Elsa Gidlow (Gran Bretaña, 1898-1986)<br />

ha “sustraído a una hermosa muchacha de sus deslucidos<br />

sueños […] para un sacrificio que le ofreceré a<br />

la noche”.<br />

Esa deambulante —citadina al fin— puede conver-<br />

fm ei rs cr e li rá an eg au<br />

l l a r 83

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!