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había cabido como herencia”.<br />
Finalmente, la ciudad natal, que incluye en su caso la infancia y la adolescencia,<br />
ocupaba un espacio importante de aquella nota, comparable al que ocupa en su poesía.<br />
Casi como un resumen, decía a cierta altura: “San Luis del Marañón, mi ciudad,<br />
con sus días luminosos y azules, se mantenía entre el deslumbramiento y la<br />
desesperación: la vida era bella y carente de finalidad. […] Comprendí que la<br />
poesía debía captar la fuerza y la vibración de la vida o no tendría sentido escribir.<br />
Ni vivir.” Es posible que el “desajuste” de la mirada de los poetas, la que constituye<br />
su “exilio” pero que también descubre lo incapturable, se produzca siempre en la<br />
infancia. Es por lo menos lo que sugería Gullar en cierto diálogo grabado, pero<br />
nunca publicado, con un poeta uruguayo en su casa de la calle Duvivier en 1985.<br />
Interrogado sobre si ya se sentía exiliado en San Luis, decía:<br />
Te puedo decir que sí, pero no de la manera en que me sentí durante el exilio político.<br />
Me sentía exiliado de una manera existencial, me sentía exiliado en el mundo.<br />
Hoy me doy cuenta de que aquello era consecuencia de una imposibilidad de articular<br />
mi vida con la de los otros, de encontar un sentido que justificase mi presencia en<br />
el mundo. […] Poema sujo fue compuesto en Buenos Aires. Y al mismo tiempo, esa<br />
retomada del exilio en San Luis era un reencuentro con la patria, porque aquel exilio<br />
era existencial pero tenía un profundo apoyo afectivo, concreto, de la propia vida;<br />
porque si sentía esa dificultad de integrarme, también me sentía identificado con la<br />
naturaleza, con la historia de la ciudad, mi pequeña historia de bicho, de animal nacido<br />
allí, junto a aquel río, bajo aquel cielo, en aquellas mañanas, que al mismo tiempo<br />
eran mi alimento.<br />
un libro síntesis<br />
La unidad del arte y de la vida, la recuperación del entorno físico y social del poeta,<br />
esa historia íntima de San Luis y Río de Janeiro, con sus olores, sus colores, su vida<br />
cotidiana potenciada por el poeta hasta la reflexión metafísica, la unidad de voces en<br />
el sincronismo de la creación, he ahí los temas de la poesía de Gullar, conmovidos,<br />
en los casi sesenta textos de Muitas vozes, por la meditación sobre la pérdida y la<br />
Poema sujo es la encarnación de la nostalgia de quien está desgraciadamente<br />
lejos de nosotros, geográficamente, y tan cerca de nosotros<br />
como está cerca de él, en la imaginación del poeta, el Brasil que le inspiró<br />
esos versos. Poema sujo merecería ser llamado “poema nacional”,<br />
porque encarna todas las experiencias, victorias, derrotas y esperanzas<br />
de la vida del hombre brasileño. Es el Brasil mismo, en versos “sucios” y, por<br />
tanto, sinceros.<br />
OTTO MARIA CARPEAUX<br />
alforja 40 | primavera 2007<br />
muerte.<br />
El poeta crea una primera red del sentido sobre el juego ruidos-silencio. El poemario<br />
se abre con la mención de las voces del gato, el perro, el pájaro en la mañana<br />
“de un noviembre / en el Brasil” (“Sólo oyendo”), o el ruido de un avión Electra, el<br />
del puente aéreo Río-San Pablo, insólito en una calle sobre la que no debería pasar,<br />
un ruido que el poeta articula con el “detonar” del poema (“porque su estampido /<br />
(como ciertos / gritos) / por demasiado alto / no puede ser oído” (“Electra II”).<br />
Así, este libro de voces incluye poemas como “Evocación de silencios” o<br />
“Infinito silencio”; de hecho, la relación voz-silencio se exaspera hasta el oxímoron<br />
en este último: “hubo/ (hay) / un enorme silencio / anterior al nacimiento de las<br />
estrellas / […] / ese silencio / gira bajo nuestra vida / y de punta a punta / la<br />
atraviesa / estridente”.<br />
Esa aventura del silencio, que también aproxima al poeta a la estética de Drummond<br />
de Andrade, toma a veces la forma de recuerdos que se inscriben en la autobiografía<br />
y el testimonio. En “Caída de Allende”, la memoria recupera no el lado<br />
“sonoro”, irremediablemente solemne de la tragedia, sino la anécdota, vivida, de<br />
unos jóvenes vecinos que jugaban al futbol mientras se protegían de las balas. Y<br />
puede comparecer también el recuerdo de un gallo en el cantero de un jardín de<br />
hospital, o una anécdota de humor inesperado protagonizada por el padre ya<br />
enfermo del mal que lo mataría.<br />
El tema grave —pero nunca patético— de la muerte y la “eternidad”, siempre<br />
presente en la obra de Gullar, reaparece en estas Muitas vozes que incluyen poemas<br />
llamados “Los vivos”, “Los muertos” o “El muerto y el vivo”, obra de un poeta que<br />
pregunta: “¿Dónde estarán mis pedazos? / Mucho se fue con los amigos / que ya<br />
no oyen ni hablan” (“Extravío”).<br />
El poema “Muchas voces” incluye a la propia literatura junto a la vida (“El agua<br />
que oíste / en un soneto de Rilke”), en la poesía: “Mi poema / es un tumulto: / el<br />
habla / que en él habla / otras voces / arrastra en alarido.” Porque la voz del poeta,<br />
multívoca, incluye aquí todos los “timbres” con que de hecho fue construyendo su<br />
obra. Así, el poeta de versos clásicos y sonetos camonianos permance, en esta obra<br />
mayor, en el uso “tradicional” de estrofas de dos versos, de rimas asonantadas<br />
(“Nueva concepción de la muerte”), o los cuartetos, también de versos asonantes,<br />
de “Los vivos”. Del poeta de las “vanguardias” de los años de la década de 1950<br />
queda el uso suntuoso del espacio blanco de la página, esos versos que se dislocan,<br />
se “mueven”, y que constituyen una sintaxis gráfica que también forma parte del<br />
sentido y de su ritmo. Y es seguro que la voz “comprometida”, de la que el poeta<br />
nunca abdicó, subyace en la recuperación de esos temas “menores”, esa “materia<br />
humile y humillada” del poeta de la calle Duvivier, para quien el poema puede “detonarse”<br />
en una feria vecina (“El poema en la calle”), el que descubre en un ave del<br />
barrio “el poema / que gullar no logra escribir” (“En la laguna”).<br />
En ese sentido, Muitas vozes es una obra de culminación, no porque el poeta<br />
detenga su labor creativa, sino porque reúne y sintetiza las voces de una poética que,<br />
en casi medio siglo, se busca a sí misma, se encuentra en cada obra y se sintetiza en<br />
la polifonía explícita de este más reciente opus. Estremecido por el “jamás / jamás<br />
jamás / escaparás” oído en lo oscuro (“Sortilegio”), acosado por la pregunta “pero<br />
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