tOOZ -vozuvlaa) - Hemeroteca Virtual de Betanzos

de cara que sería rematado a favor de Pedro García, en la subasta celebrada el 2
de Agosto, por la cantidad de 152 pts. Esta costumbre inmemorial, se continuó
practicando hasta hace pocos años, por la imposibilidad material de mantener
con la debida «decencia» y durante todo el año, los muebles _e inmuebles de
utilidad pública del Campo de la Feria.
Estas obras menores, con el discurrir de los años, se amplían a los nuevos
aderezos que se fueron instalando en el Campo, como ocurrió con el palco de la
música. Con anterioridad a la existencia de un palco de carácter fijo, para los
festejos se construía uno de circunstancia, como claramente se observa en las
cuentas de gastos de las fiestas patronales; en las correspondientes al año 1863,
estas cuentas son presentadas en el Ayuntamiento, por los regidores comisionados
Don Francisco Espiñeira, Don Andrés Varela Pose y Don Francisco Cabaleiro.
El 23 de Agosto de dicho año, una vez finalizadas las fiestas, programadas del 14
al 17 inclusive, presentan el finiquito y los recibos de los gastos ocasionados con
tal motivo, entre los que figuran los liquidados a Manuel Ramos por:
«la cantidad de seiscientos reales en que con ellos ajusté la construccion de los dos
Globos aereostáticos que se elevaron en las noches de los dias quince y diez y seis del mes
que rige con motivo de la festividad de nuestro patrono tutelar el glorioso San Roque. Y ..
mil trescientos reales en que con ellos ajusté las reparaciones que se precisaron hacer en la
fachada de madera que se coloca delante de la Capilla del patrono tutelar el glorioso San
Roque en el dia de su festividad, tablado destinado para tocar la musica, bestir dos arboles
para el fuego de plaza, armar y desarmar dicha fachada y tablado y mas trabajos que se me
encargaron con motivo de las funciones celebradas en honor de dicho Santo...».
Se alcanza el siglo XX, con una noticia que habría de satisfacer a los componentes
de la Banda Municipal de Música. El Ayuntamiento en la sesión del 17 de
Octubre de 1900 «con el fin de hacer algunas obras de reparacion que se consideran necesarias
en el Palco de la música, situado en la plaza de Arines», se adhiere a la propuesta
presentada por el concejal Sr. Sánchez Concheiro, quien:
«manifestó á la Corporacion que si se había de conservar el Palco de la música era necesario
pintarlo, mezclando á la pintura aceite, y poner la cubierta en tension de manera que las
aguas no formen sobre dicha cubierta, como hoy sucede, un verdadero charco que contribuye
á deteriorarlo en plazo muy breve. Y la Corporacion enterada de lo manifestado por el Sr.
Sánchez Concheiro, por unaninidad acordó que por la Comision de Obras se forme el
oportuno presupuesto para la ejecucion de las obras que... se ejecutarán por administracion,
por cuanto el gasto que se ocasiona no llega ni con mucho á quinientas pesetas».
Con esta reforma, se elevaba en medio metro la altura de las barras que sostenían
la cubierta, y ésta se ampliaba en la misma medida, decoradas aquellas con
La Plaza del Campo antes de su remodelación. Foto Fersal. (Archivo del autor).
capiteles recortados. El lienzo de la cubierta, sería untado por una capa de brea
y de arena para hacerla impermeable. Alrededor de la platafoma, de seis metros
de diámetro, se reforzaría el zócalo con tablas de pino, posteriormente coloreadas
con dos manos de pintura (Vid. Apéndice XIX).
En el año 1927, se instala el palco de la música que conocemos, proyectado
por el arquitecto Don Rafael González Villar, que en aquellos años trabajó generosamente
para nuestra ciudad, con la exquisitez y originalidad debidos a su ingenio;
magnífica oportunidad aprovechada por sus amigos de Betanzos, para
hacerle encargos que regalaba las heredadas ansias de hermosear sus calles, y
en concreto la Plaza del Campe
En el palco de la música y en otros elementos instalados en el Campo, el
arquitecto Villar da rienda suelta a su concepción sobre las artes decorativas, y
como le era habitual, no deja cabo sin atar a su minucioso quehacer, presente
hasta en el más insignificante detalle; incluso se preocupa de la variedad de los
arbustos que habrían de plantarse en el ajardinado del monumento, tarea propia
de una persona dotada de enorme sensibilidad, virtudes que le encaminarían a
presidir la Academia Provincial de Bellas Artes.