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HISTORIA DE LA CONQUISTA Y POBLACIÓN DE ... - Venciclopedia

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las manos el respeto que causaba la presencia de aquel sacerdote venerable,<br />

hasta que pareciéndole aquella ocasión acomodada para salir del cuidado,<br />

le dijo a Paniagua: Vos traéis la mano hecha a matar frailes, hacedme gusto<br />

de matarme este otro, para que otra vez no sea tan escrupuloso; no hubo<br />

menester el Barrachel que se lo rogasen mucho, pues al instante partió a<br />

poner por obra lo que le encargaba Aguirre, y encontrando al religioso que<br />

salía de la iglesia, lo cogió por la mano y metiéndolo en el zaguán de una<br />

casa le notificó la sentencia de su muerte, que oyó el santo varón con gran<br />

constancia, pues hincándose de rodillas, sin la más mínima perturbación<br />

en el ánimo, empezó a rezar el salmo Miserere mei Deus; pero antes que lo<br />

acabase, no sufriendo tanta espera la prisa de aquel verdugo infernal, le<br />

puso los cordeles por la boca y empezó a darle garrote por detrás con tanta<br />

fuerza, que se la rompió e hizo pedazos; mas viendo que no moría con el<br />

inhumano rigor de tal tormento, le bajó el cordel a la garganta, apretando<br />

hasta quitarle la vida, para que pasase a coronarse por mártir, en premio de<br />

haber sabido cumplir con la obligación de confesor 6 .<br />

Compuestas ya y prevenidas las embarcaciones (después de haber<br />

mandado ahorcar a Simón de Sumorostro y a Ana de Chaves) se hallaba<br />

Aguirre en vísperas de su partida, cuando aportó Francisco Fajardo a la<br />

Margarita, y saltando en tierra con los sesenta indios flecheros, que cogió<br />

en Cumanagoto, se emboscó en un montecillo bien cercano a la ciudad,<br />

con resolución de dar un tiento a la fortuna y ver si ayudado de los vecinos<br />

podía conseguir la dicha de derrotar al tirano; pero aunque lo intentó<br />

su valor y buscó la ocasión su diligencia, no pudo tener efecto su deseo,<br />

porque receloso Aguirre de la mudable fe de sus soldados y temiendo no<br />

lo desamparasen algunos, fiados en el abrigo que le ofrecía Fajardo, cerró<br />

las puertas de la fortaleza, dejándolos todos dentro, y como se hallaba ya<br />

tampoco los cronistas posteriores, por lo cual Oviedo sólo puede asegurar que se trataba<br />

de un fraile dominico.<br />

7. Este Francisco Martín no parece ser el mismo que en capítulos anteriores estuvo con los<br />

indios y que prefirió, por mucho tiempo, la vida entre los salvajes (al menos no hay ninguna<br />

indicación ni de Oviedo y Baños ni de los cronistas anteriores, de quien una vez más toma<br />

Oviedo la versión). Demetrio Ramos Pérez anota que no se sabe quién fue este personaje<br />

puesto que “había tres más que se apellidaban Martín: Juan, Gómez y Pero” (op. cit., tomo<br />

II, p. 435, nota 2).<br />

BIBLIOTECA AYACUCHO<br />

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