Teatro-danza - Instituto Nacional del Teatro
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Doris Humpfrey<br />
materialidad más terrena. Exhibiendo el propio peso<br />
<strong>del</strong> cuerpo y desocultando el esfuerzo que conlleva<br />
la producción <strong>del</strong> movimiento, en un continuo juego<br />
de tensiones diversas para oponerse a la acción de<br />
la gravedad venciéndola o abandonándose a ella en<br />
una gradación de entregas diferentes. Esta puesta<br />
en evidencia de las tensiones que circulan el cuerpo,<br />
de la respiración, <strong>del</strong> aliento, de una energética misteriosa,<br />
instala sobre la escena un cuerpo expresivo,<br />
contenedor de profundidades oscuras, de deseos<br />
escondidos.<br />
Este aporte sobre el cuerpo <strong>danza</strong>nte se instala<br />
como un importante elemento constitutivo de una<br />
escena <strong>danza</strong>nte que sigue sosteniendo la idea de<br />
una <strong>danza</strong> de contenidos, <strong>danza</strong> narrativa, teatral,<br />
en algunos casos, dramática y oscura.<br />
Hasta aquí se podría decir que, tanto la vía alemana<br />
como la ‘modern dance’ norteamericana, trabajan<br />
sobre la idea de la <strong>danza</strong> como material expresivo,<br />
como recurso para decir. Narración, personajes, contenido,<br />
mensaje, se consideran pertinentes. Si bien la<br />
<strong>danza</strong> moderna ha aportado una idea diferente para<br />
el cuerpo <strong>danza</strong>nte, intentando tomar distancia <strong>del</strong><br />
‘cuerpo ideal’ construido por el ballet durante siglos,<br />
también es cierto que en general, ha conservado, para<br />
la escena, una estructura esencialmente narrativa, una<br />
construcción significante en un espacio categorizado y<br />
marcado, todavía, por la centralidad <strong>del</strong> punto de vista<br />
y de las reglas de la perspectiva que «prevalecen para<br />
el ballet desde la época de Luis XIV y la codificación<br />
<strong>del</strong> ballet de la corte. Respondiendo en primer lugar a<br />
la necesidad de ubicar al rey en el centro de la acción<br />
y <strong>del</strong> espacio, es la misma ley la que se impone cuando<br />
éste se vuelve espectador (en 1670 Luis XIV renuncia<br />
a aparecer en los ballets de la corte), para organizar<br />
el ballet dando prioridad a su mirada» 6 .<br />
La estructura propuesta para la escena conserva<br />
así, datos de una antigua construcción develadora<br />
de otras realidades diferentes, a la vez que integra<br />
nuevos elementos que portan datos de otras vivencias<br />
<strong>del</strong> mundo y de nuevas construcciones culturales.<br />
Como se ha señalado anteriormente, el ballet en su<br />
nacimiento y en su desarrollo sostiene y patentiza una<br />
14 CUADERNOS DE PICADERO<br />
visión <strong>del</strong> mundo: «Con toda su formalidad estructural,<br />
el ballet debió parecer la apoteosis de la estructura<br />
social y el triunfo <strong>del</strong> orden. Ya que los bailarines<br />
eran los mismos cortesanos, podían convertirse<br />
–al bailar- en mitos vivientes, y fuera <strong>del</strong> escenario<br />
podían perpetuar esas características mitológicas,<br />
mo<strong>del</strong>ando sus vidas de acuerdo con los personajes<br />
que interpretaban en sus ballets, tales como Apolo<br />
o Alejandro el Grande. La vida cortesana se había<br />
convertido en artificio perpetuo y la personalidad de<br />
sus integrantes en una constante actuación». 7<br />
Esta significativa mezcla de <strong>danza</strong> y etiqueta presente<br />
en lo constitutivo <strong>del</strong> ballet es señalada por<br />
Miguel Cabrera en el prólogo a una re-edición de El<br />
maestro de Danza, libro escrito por Pierre Rameau<br />
en 1725. En esta ocasión, Cabrera presenta el material<br />
diciendo que «el libro surgió como una guía <strong>del</strong><br />
baile social pero ejerció una considerable influencia<br />
en la <strong>danza</strong> teatral de todo el siglo XVIII». 8<br />
Conservando esencialmente sus datos estructurales,<br />
el ballet evidencia sin embargo, una capacidad<br />
indiscutible para asumir pensamientos artísticos<br />
diferentes generados por cambios en los procesos<br />
sociales y culturales. Esta capacidad de renovación,<br />
siempre enmarcada y limitada por un espíritu conservador<br />
que posibilita mantener intactos algunos<br />
rasgos identitarios, le aporta al ballet un cierto<br />
grado de revitalización que lo mantiene vivo aún hoy<br />
en la preferencia de una importante franja de público<br />
teatral. Estos momentos diferentes en el desarrollo<br />
<strong>del</strong> ballet a lo largo <strong>del</strong> tiempo se reconocen con<br />
diferentes denominaciones: ballet de corte, ballet<br />
clásico, ballet de acción, romántico, etc. Hoy, en<br />
países con una importante tradición balletística<br />
conviven, en el repertorio de las compañías más<br />
prestigiosas, las grandes obras representativas de<br />
diferentes momentos de la historia <strong>del</strong> ballet con las<br />
creaciones más actuales.<br />
En los comienzos <strong>del</strong> siglo XX, en el mundo de la<br />
<strong>danza</strong> de escena occidental se manifiesta una excitante<br />
connivencia: «Son dos las americanas que van a<br />
encarnar la nueva <strong>danza</strong>: Loie Fuller e Isadora Duncan.<br />
Tanto una como la otra totalmente libres de toda for-