17.05.2013 Views

María o la negación del espacio y el tiempo novelescos por ...

María o la negación del espacio y el tiempo novelescos por ...

María o la negación del espacio y el tiempo novelescos por ...

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

A continuación, exponemos una descripción de estructura simi<strong>la</strong>r, que corresponde a <strong>la</strong><br />

llegada de Efraín, de regreso a su valle natal, al principio de <strong>la</strong> nove<strong>la</strong><br />

Pasados seis años, los Últimos días de un lujoso agosto me recibieron al regresar al nativo valle.<br />

Mi corazón rebozaba de amor patrio. Era ya <strong>la</strong> última jornada <strong>d<strong>el</strong></strong> viaje, y yo gozaba de <strong>la</strong> más<br />

perfumada mañana <strong>d<strong>el</strong></strong> verano. El ci<strong>el</strong>o tenía un tinte azul pálido: hacia <strong>el</strong> oriente y sobre <strong>la</strong><br />

crestas altísimas de <strong>la</strong>s montañas, medio enlutadas aún vagaban algunas nubecil<strong>la</strong>s de oro,<br />

como <strong>la</strong>s gasas <strong>d<strong>el</strong></strong> turbante de una bai<strong>la</strong>rina esparcidas <strong>por</strong> un aliento amoroso Hacia <strong>el</strong> sur<br />

flotaban <strong>la</strong>s nieb<strong>la</strong>s que durante <strong>la</strong> noche habían embozado los montes lejanos. Cruzaba<br />

p<strong>la</strong>nicies di verdes gramales, regadas <strong>por</strong> riachu<strong>el</strong>os cuyo paso me obstruían hermosas vacadas,<br />

que abandonaban sus sesteadero: para internarse en <strong>la</strong>s <strong>la</strong>gunas o en sendas abovedadas <strong>por</strong><br />

florecidos písamos e higuerones frondosos. Mis ojos si habían fijado con avidez en aqu<strong>el</strong>los<br />

sitios medio oculto al viajero <strong>por</strong> <strong>la</strong>s copas de añosos guaduales; en aqu<strong>el</strong>los cortijos donde<br />

había dejado gentes virtuosas y amigas. En tales momentos no habrían conmovido mi corazón<br />

<strong>la</strong>s arias <strong>d<strong>el</strong></strong> piano de U ***: ¡los perfumes que aspiraba eran tan gratos comparados con <strong>el</strong> de<br />

los vestidos lujosos de <strong>el</strong><strong>la</strong>, <strong>el</strong> canto de aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s aves sin nombre tenía armonías tan dulces a mi<br />

corazón!<br />

Estaba mudo ante tanta b<strong>el</strong>leza, cuyo recuerdo había creído conservar en <strong>la</strong> memoria <strong>por</strong>que<br />

algunas de mis estrofas, admiradas <strong>por</strong> mis condiscípulos, tenían de <strong>el</strong><strong>la</strong> pálidas tintas.<br />

Cuando en un salón de baile, inundado de luz, lleno de m<strong>el</strong>odías voluptuosas, de armonías mil<br />

mezc<strong>la</strong>das, de susurros de tantos ropajes de mujeres seductoras, encontramos aqu<strong>el</strong><strong>la</strong> con<br />

quien hemos soñado a los diez y ocho años, y una mirada fugitiva suya quema nuestra frente,<br />

y su voz hace enmudecer <strong>por</strong> un instante toda otra voz para nosotros, y sus flores dejan tras sí<br />

esencias desconocidas; entonces caemos en una postración c<strong>el</strong>estial: nuestra voz es impotente,<br />

nuestros oídos no escuchan ya <strong>la</strong> suya, nuestras miradas no pueden seguir<strong>la</strong>. Pero cuando,<br />

refrescada <strong>la</strong> mente, vu<strong>el</strong>ve <strong>el</strong><strong>la</strong> a <strong>la</strong> memoria horas después, nuestros <strong>la</strong>bios murmuran en<br />

cantares su a<strong>la</strong>banza, y es esa mujer, es su acento, es su n1irada, es su leve paso sobre <strong>la</strong>s<br />

alfombras, lo que remeda aqu<strong>el</strong> canto, que <strong>el</strong> vulgo creerá ideal. Así <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o, los horizontes.<br />

<strong>la</strong>s pampas y <strong>la</strong>s cumbres <strong>d<strong>el</strong></strong> Cauca, hacen enmudecer a quien los contemp<strong>la</strong>. Las grandes<br />

b<strong>el</strong>lezas de <strong>la</strong> creación no pueden a un <strong>tiempo</strong> ser vistas y cantadas: es necesario que vu<strong>el</strong>van<br />

Una hora después <strong>d<strong>el</strong></strong> ocaso. <strong>la</strong> luna se mostró sobre <strong>la</strong>s copas de los árboles en <strong>el</strong> opuesto confín<br />

<strong>d<strong>el</strong></strong> horizonte. Una brisa embalsamada que esta reina de <strong>la</strong> noche traía consigo desde <strong>el</strong> Oriente, parecía<br />

preceder<strong>la</strong> en los bosques cual su fresco aliento. El astro solitario subió con pausado curso <strong>por</strong> <strong>el</strong> ci<strong>el</strong>o: ya<br />

seguía lentamente su azul carrera, ya descansaba sobre grupos de nubes, semejantes a <strong>la</strong>s cimas de<br />

enhiestas montañas coronadas de nieve. Estas nubes, plegando y desplegando sus v<strong>el</strong>os se desarrol<strong>la</strong>ban<br />

en zonas diáfanas que parecían de raso b<strong>la</strong>nco, y que se dispersaban en leves copos de espuma. o<br />

formaban en los ci<strong>el</strong>os deslumbradores bancos cual de algodón, tan suaves a <strong>la</strong> vista, que parecía se<br />

percibían su b<strong>la</strong>ndura y e<strong>la</strong>sticidad.<br />

No menos encantadora <strong>el</strong> panorama terrestre: <strong>la</strong> luz azu<strong>la</strong>da y aterciope<strong>la</strong>da de <strong>la</strong> luna penetraba<br />

<strong>por</strong> los c<strong>la</strong>ros de los árboles, y deslizaba rayos de apacible luz hasta <strong>la</strong> espesura de <strong>la</strong>s más profundas<br />

tinieb<strong>la</strong>s. El río. que a mis pies se deslizaba rápido, se perdía alternativamente en los bosques. y tornaba a<br />

presentarse bril<strong>la</strong>ndo con <strong>la</strong>s conste<strong>la</strong>ciones. cuya tranqui<strong>la</strong> imagen reproducía. En una sabana situada en<br />

<strong>la</strong> opuesta oril<strong>la</strong>, <strong>la</strong> c<strong>la</strong>ridad de <strong>la</strong> luna dormía sin movimiento sobre los mu<strong>el</strong>les céspedes. Los abedules,<br />

agitados <strong>por</strong> <strong>la</strong>s brisas y esparcidos aquÍ y acullá, formaban is<strong>la</strong>s de sombras flotantes sobre aqu<strong>el</strong> mar<br />

inmóvil de luz. De cerca, todo hubiera sido silencio y reposo sin <strong>la</strong> caída de algunas hojas. <strong>la</strong> súbita ráfaga<br />

de viento o <strong>el</strong> gemido <strong>d<strong>el</strong></strong> buho; a lo lejos, se dejaba oír a intervalos <strong>el</strong> solemne retumbar de <strong>la</strong> catarata <strong>d<strong>el</strong></strong><br />

Niágara. que en <strong>la</strong> calma de <strong>la</strong> noche era repetido de desierto en desierto, y aspiraba (sic) al través de los<br />

solitarios bosques.<br />

La grandeza y <strong>la</strong> asombrosa me<strong>la</strong>ncolía de cuadro tan colosal (sic) no pueden explicarse en<br />

humano idioma, pues <strong>la</strong>s noches más <strong>d<strong>el</strong></strong>iciosas de Europa no son capaces de ofrecer una idea de él (sic).<br />

En vano <strong>la</strong> imaginación procura espaciarse en nuestros campos cultivados, <strong>por</strong>que hal<strong>la</strong> <strong>por</strong> dondequiera<br />

viviendas humanas; pero en aqu<strong>el</strong><strong>la</strong>s regiones salvajes <strong>el</strong> alma se comp<strong>la</strong>ce en perderse en un océano de<br />

boques; en mecerse sobre <strong>el</strong> abismo de <strong>la</strong>s cataratas; en meditar al oril<strong>la</strong>s de los <strong>la</strong>gos y los ríos, y, <strong>por</strong><br />

decirlo así, en hal<strong>la</strong>rse so<strong>la</strong> en presencia de Dios.‖ (Chateaubriand. El genio <strong>d<strong>el</strong></strong> cristianismo,<br />

Introducción de Arturo Souto.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!