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28 Philip Roth<br />
Querido skip Zuckerman:<br />
Te pido disculpas por las molestias que pueda causarte esta<br />
carta. Quizá no recuerdes nuestro encuentro en el estadio shea.<br />
estaba allí con mi hijo mayor, que ahora estudia primer curso en<br />
la <strong>un</strong>iversidad, y tú con <strong>un</strong>os amigos para ver a los Mets. eso fue<br />
hace diez años, en la era de carter, Gooden y Hernández, cuando<br />
<strong>un</strong>o aún podía contemplar a los Mets, algo que ya no es posible.<br />
Te escribo para preg<strong>un</strong>tarte si podríamos re<strong>un</strong>irnos en alg<strong>un</strong>a<br />
ocasión y hablar. si me lo permitieras, me encantaría <strong>com</strong>er<br />
contigo en nueva York.<br />
Me tomo la libertad de proponerte <strong>un</strong> encuentro debido a <strong>un</strong><br />
as<strong>un</strong>to en el que he estado pensando desde el fallecimiento de mi<br />
padre el año pasado. Tenía noventa y seis años. conservó su<br />
carácter animado y <strong>com</strong>bativo hasta el final, y eso me hizo sentir<br />
todavía más su muerte, a pesar de lo avanzado de su edad.<br />
Me gustaría hablarte de él y de su vida. He intentado escribir<br />
<strong>un</strong> elogio con el propósito de publicarlo particularmente y distribuirlo<br />
entre los amigos, familiares y socios <strong>com</strong>erciales. casi<br />
todo el m<strong>un</strong>do consideraba a mi padre indestructible, <strong>un</strong> hombre<br />
de piel dura y genio vivo, que se irritaba fácilmente. nada<br />
más lejos de la verdad. no todo el m<strong>un</strong>do sabía lo mucho que<br />
sufrió debido a los golpes que dio la vida a sus seres queridos.<br />
créeme, te lo ruego, que si no tienes tiempo para responderme lo<br />
<strong>com</strong>prenderé perfectamente. cordialmente.<br />
seymour «sueco» Levov, esc. ens. Med. de Weequahic, 1945.<br />
si cualquier otra persona me hubiera preg<strong>un</strong>tado si podía<br />
hablarme acerca de <strong>un</strong> elogio a su padre que estaba escribiendo,<br />
le habría deseado suerte y no me habría mezclado<br />
para nada en el as<strong>un</strong>to. Pero había poderosas razones para<br />
que, antes de que hubiera transcurrido <strong>un</strong>a hora, enviara <strong>un</strong>a<br />
nota al sueco diciéndole que estaba a su disposición. El Sueco<br />
Levov quiere verme era la primera razón. Tal vez era ridículo,<br />
cuando estaba en el umbral de la vejez, pero bastó con<br />
que viera su firma al pie de la carta para que me in<strong>un</strong>daran<br />
<strong>un</strong>os recuerdos de aquel hombre, tanto en el campo deportivo<br />
<strong>com</strong>o fuera de él, que se remontaban a cincuenta años<br />
atrás y todavía me cautivaban. recordé que cada día iba al