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14 Philip Roth<br />
<strong>com</strong>o si le sujetaran su columpio, pues la ironía es <strong>un</strong> consuelo<br />
humano y está fuera de lugar cuando <strong>un</strong>o se desenvuelve<br />
<strong>com</strong>o <strong>un</strong> dios. o bien había todo <strong>un</strong> lado de su personalidad<br />
que reprimía o que estaba todavía dormido o, lo que era<br />
más probable, ese lado no existía. su indiferencia, su aparente<br />
pasividad <strong>com</strong>o objeto deseado de todo ese amor asexual,<br />
hacían que pareciera, si no divino, por lo menos perteneciente<br />
a <strong>un</strong>a distinguida categoría por encima de la humanidad<br />
más elemental o tan sólo por encima de todos los demás<br />
alumnos de la escuela. estaba encadenado a la historia, era<br />
<strong>un</strong> instrumento de la historia, estimado con <strong>un</strong>a pasión que<br />
quizá no habría existido si hubiera superado el récord del<br />
equipo de baloncesto de Weequahic (al marcar veintisiete<br />
p<strong>un</strong>tos contra Barringer) en cualquier otra ocasión, excepto<br />
aquel tristísimo día de 1943 en que los cazas de la Luftwaffe<br />
derribaron a cincuenta y ocho fortalezas volantes, dos fueron<br />
víctimas de la artillería antiaérea y otras cinco se estre-<br />
llaron tras cruzar la costa inglesa cuando regresaban de bombardear<br />
alemania.<br />
Jerry Levov, el hermano menor del sueco, era mi <strong>com</strong>pañero<br />
de clase, <strong>un</strong> chico flacucho, de cabeza pequeña, <strong>un</strong> físico<br />
que recordaba a <strong>un</strong> palito de regaliz y dotado de <strong>un</strong> curioso<br />
exceso de flexibilidad. Tenía algo de mago matemático, y<br />
fue el encargado de pron<strong>un</strong>ciar el discurso de despedida en<br />
enero de 1950. a<strong>un</strong>que Jerry, que era imperioso e irascible,<br />
n<strong>un</strong>ca tenía <strong>un</strong>a amistad auténtica con nadie, en el transcurso<br />
de los años se interesó por mí, y así, a partir de los diez<br />
años, me derrotaba con regularidad al ping-pong en el sótano<br />
acondicionado de la casa <strong>un</strong>ifamiliar de los Levov, que<br />
se alzaba en la esquina de Wyndmoor y Keer... la palabra<br />
«acondicionado» indica que las paredes estaban forradas de<br />
nudosa madera de pino, que el sótano estaba domesticado y<br />
no era, <strong>com</strong>o Jerry parecía pensar, el lugar perfecto para acabar<br />
con otro chico.<br />
La violencia de la agresión de Jerry en <strong>un</strong>a mesa de pingpong<br />
excedía a la de su hermano en cualquier deporte. afort<strong>un</strong>adamente<br />
la pelota de ping-pong tiene <strong>un</strong> tamaño y <strong>un</strong>a<br />
forma tales que no te puede sacar <strong>un</strong> ojo. De lo contrario yo