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Pastoral americana 41<br />
nente. Hombres de mi edad. Ha sido duro para ellos, desolador.<br />
Eso puede obligarte a usar pañales.<br />
La persona a quien me había referido <strong>com</strong>o «otro» era yo<br />
mismo. Me habían intervenido en Boston y, salvo por la confianza<br />
depositada en <strong>un</strong> amigo bostoniano que me ayudó<br />
durante la penosa experiencia hasta que me repuse, cuando<br />
volví a la casa donde vivo solo, a dos horas y media al oeste<br />
de Boston, en los Berkshires, consideré que lo mejor sería<br />
guardarme para mí tanto el hecho de que había padecido<br />
cáncer <strong>com</strong>o los aspectos en que me había deteriorado.<br />
–En fin, supongo que he salido bien librado –dijo el Sueco.<br />
–Yo diría que sí –repliqué afablemente, mientras pensaba<br />
que aquel gran recipiente de satisfacción vanidosa estaba<br />
desde luego en posesión de cuanto siempre había querido.<br />
Respetar cuanto <strong>un</strong>o ha de respetar; no protestar por nada;<br />
no sufrir jamás la molestia de no tener confianza en sí mismo;<br />
no enredarse jamás en la obsesión ni ser torturado por la<br />
incapacidad, envenenado por el resentimiento, impulsado<br />
por la cólera... para el Sueco la vida se desenrollaba <strong>com</strong>o<br />
<strong>un</strong>a madeja de lana esponjosa.<br />
Estos pensamientos me hicieron recordar su carta, su solicitud<br />
de consejo profesional sobre el homenaje a su padre que<br />
intentaba escribir. No iba a ser yo quien mencionara ese homenaje,<br />
y sin embargo persistía el enigma no sólo de por qué<br />
no lo hacía él sino también por qué, en caso de que no lo hiciera,<br />
me había escrito al respecto en primer lugar. Sólo podía<br />
llegar a la conclusión –dado lo que ahora sabía de aquel hombre<br />
cuya vida ni era demasiado rica en contrastes ni estaba<br />
turbada en exceso por las contradicciones– de que la carta y<br />
su contenido tenían que ver con la intervención quirúrgica,<br />
con algo que no era propio de él y le sobrevino después, alg<strong>un</strong>a<br />
emoción nueva y sorprendente que había empezado a destacar.<br />
En efecto, me dije, aquella carta se debía al descubrimiento<br />
tardío realizado por el Sueco Levov de lo que significa<br />
no estar sano sino enfermo, no ser fuerte sino débil, lo que<br />
significa no tener <strong>un</strong> gran aspecto, lo que es la vergüenza física,<br />
la humillación, lo horrendo, la extinción, lo que es preg<strong>un</strong>tar<br />
«¿por qué?». Traicionado de repente por <strong>un</strong> cuerpo