La Cruz y su Sombra - Iglesia Adventista Agape
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Capítulo XV: <strong>La</strong> Ofrenda de las Primicias.-<br />
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Cuando los onduleantes campos de dorado trigo proclamaban que el tiempo de la cosecha había llegado, el servicio de<br />
ofrecer las primicias delante de Dios era realizado en el templo.<br />
Así como los hijos de Israel viajaban hasta Jerusalén para pasar la Pascua, a cada lado podían verse los campos dorados<br />
de cebada, con las espigas llenas de granos maduros colgando en la brisa. Pero no se le podía meter una hoz al grano, o<br />
juntarlos para comerlos, hasta que las primicias hubieran sido presentadas delante del Señor.<br />
<strong>La</strong> ofrenda de las primicias se hacía al tercer Día de la fiesta de la Pascua. En el Día catorce del mes de Abib, o Nisan,<br />
era comida la Pascua, el Día quince era el Sábado, y a partir del Día dieciseis, o como lo dice la Bíblia, "en el Día inmediato<br />
al Sábado", las primicias eran movidas delante del Señor [1].<br />
Era un servicio hermoso. El sacerdote vestido con <strong>su</strong>s mantos, con un manojo de espigas maduras y doradas, entraba en<br />
el templo. El brillo del oro pulido de las paredes y de los muebles se mezclaba con los matizes dorados de las espigas. El<br />
sacerdote hacía una pausa delante del altar de oro, y movía las espigas delante del Señor. Aquellas primeras espigas eran<br />
una garantía de que la cosecha sería abundante, y el movimiento indicaba la gratitud y la alabanza al Señor de la cosecha.<br />
El movimiento de las primicias era el principal servicio del Día, aún cuando un cordero era ofrecido como una ofrenda<br />
quemada. Ninguna parte de las primicias era quemada en el fuego, ya que ellas eran un tipo de los re<strong>su</strong>rrectos vestidos de la<br />
inmortalidad, los cuales nunca mas estarían <strong>su</strong>jetos a la muerte o a la degradación.<br />
Durante siglos Dios se encontró con Su pueblo en el templo, y aceptó <strong>su</strong>s ofrendas de alabanzas y agradecimientos; pero<br />
vino un cambio. Cuando Cristo murió en el Calvario y el velo del templo fue rasgado, la virtud del servicio del templo llegó<br />
a <strong>su</strong> fin. Los Judíos sacrificaron <strong>su</strong> cordero pascual como siempre lo habían hecho, pero el servicio no pasaba de un arremedo<br />
o escarnecimiento; en ese año, en el Día catorce del mes de Abib, "Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros”.<br />
Los Judíos mantuvieron la tradición vacía del Sábado el Día posterior a la Pascua; pero era el descanso experimentado<br />
por Jesús y Sus seguidores que era aceptado por Dios. En el Día dieciseis del mes, en el año en que murió el Salvador,<br />
los Judíos en el templo que Dios había abandonado, caminaron a través de la tradición vacía y ofrecieron las espigas de<br />
granos, mientras Cristo, el antítipo, re<strong>su</strong>rgía de la muerte, y se volvía "la primicia de aquellos que duermen" [2]. El tipo había<br />
alcanzado al antítipo.<br />
Cada campo de grano maduro llevado al granero, es un recuerdo de la gran cosecha final, cuando el Señor de la cosecha,<br />
con Sus ángeles reaparezca, y venga a reunir la cosecha espiritual del mundo. Así como la primera gavilla de espigas<br />
era una garantía de la cosecha venidera, Así la re<strong>su</strong>rrección de Cristo es la garantía de la re<strong>su</strong>rrección de los justos; "pues si<br />
creemos que Jesús murió y re<strong>su</strong>citó, Así también Dios, mediante Jesús, traerá juntamente en Su compañía a los que duermen"<br />
[3].<br />
El sacerdote no entraba en el templo con solo un espiga de granos, sino que movía una gavilla delante del Señor; Así<br />
tampoco Jesús salió solo de la tumba, ya que "se abrieron los sepulcros y muchos cuerpos de santos, que dormían, re<strong>su</strong>citaron"<br />
[4]. Mientras los Judíos estaban preparándose para ofrecer <strong>su</strong> servicio vacío de las primicias en el templo, y los soldados<br />
romanos le estaban diciendo al pueblo que los discípulos habían robado el cuerpo de Jesús, estos santos re<strong>su</strong>rrectos caminaron<br />
por las calles de la ciudad, proclamando que Cristo había re<strong>su</strong>citado realmente [5].<br />
Es un hecho muy triste que aún los discípulos que amaban a Su Señor fuesen tan ciegos que no fueron capaces de reconocer<br />
el hecho de que el tiempo había llegado para la aparición del gran Antítipo del servicio que ellos habían celebrado toda<br />
<strong>su</strong> vida; y aún cuando escucharon el anuncio de Su re<strong>su</strong>rrección, les pareció un cuento infundado, y no lo creyeron [6].<br />
Pero a Dios nunca le faltan agentes. Cuando los seres humanos vivientes son mudos, El despierta santos dormidos para que<br />
hagan Su obra. En el tipo el grano era movido en el templo, y para cumplir el antítipo, Cristo tiene que presentarse El mismo<br />
y los que con El han re<strong>su</strong>citado, delante del Señor, en el primer compartimiento del Santuario celeste.<br />
En la mañana del Día de la re<strong>su</strong>rrección, cuando Jesús le apareció a María, ella cayó a Sus pies para adorarlo, pero Jesús<br />
le dijo, "no Me toques, porque aún no he <strong>su</strong>bido para Mi Padre: pero anda donde Mis hermanos, y diles, que Yo he <strong>su</strong>bido a<br />
Mi Padre, y <strong>su</strong> Padre; y para Mi Dios y <strong>su</strong> Dios" [7]. En estas palabras Jesús notificó a Sus seguidores del gran evento que<br />
tendría lugar en el cielo, con la esperanza de que en la tierra fuese una respuesta acorde al maravilloso regocijo del cielo;<br />
pero Así como habían dormido en el jardín en la noche de la agonía de Cristo, y habían fallado en darle <strong>su</strong> simpatía [8], Así<br />
ahora, cegados por la incredulidad, fallaron en compartir la alegría del mayor triunfo del Salvador. Mas tarde en el mismo<br />
Día en que Jesús apareció a Sus seguidores, permitiéndoles que le tocaran los pies y lo adoráran [9], les demostró que ya<br />
había <strong>su</strong>bido a Su Padre.<br />
Pablo nos cuenta que cuando Cristo <strong>su</strong>bió al cielo, "llevó cautivo el cautiverio" [10]. Al hablar de ellos en Rom. 829-30,<br />
él nos cuenta cómo esta compañía de santos re<strong>su</strong>rrectos, que salieron junto con Cristo de <strong>su</strong>s tumbas, fueron escojidos.<br />
Ellos fueron "predestinados", después "llamados", "y a quien El llamó, a ese también justificó: y a quien justificó, a ese<br />
también glorificó". Esto fue hecho para que "El fuera el primogénito entre muchos hermanos". Esta compañía estaba compuesta<br />
por individuos escojidos de todas las eras, desde Adán hasta los tiempos de Cristo. No estaban más <strong>su</strong>jetos a la<br />
muerte, y por eso siguieron a Cristo como trofeos de Su poder para re<strong>su</strong>citar a todos los que están durmiendo en <strong>su</strong>s tumbas.<br />
Así como la gavilla de espigas del servicio típico era una garantía de la futura cosecha, Así estos santos eran una garantía<br />
de la innumerable compañía que Cristo irá a re<strong>su</strong>citar del polvo de la tierra cuando venga la segunda vez como Señor<br />
de señores y Rey de reyes [11].<br />
Muy poco soñaron los habitantes de la tierra sobre la maravillosa ofrenda antitípica de las primicias que estaban siendo<br />
ofrecidas en el templo celestial, al mismo tiempo que los Judíos estaban llevando a cabo <strong>su</strong> ceremonia vacía en el templo terrestre.<br />
Esa fue una magnífica congregación en las cortes celestes. Todas las huestes del cielo y los representantes de los mundos<br />
no caídos estaban reunidos para saludar al poderoso Conquistador cuando volvía de la más terrible guerra jamás peleada<br />
y de la mas grande victoria jamás ganada. <strong>La</strong>s batallas terrestres que solamente establecen dominio sobre una pequeña<br />
porción de la tierra por un corto periodo de tiempo, sin insignificantes comparados con la guerra que Cristo y Satanás libraron<br />
en esta tierra. Cristo volvió al cielo llevando las cicatrices de aquella terrible batalla, en las marcas de los clavos en Sus<br />
manos y pies, y en la herida en Su costado [12].