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La Cruz y su Sombra - Iglesia Adventista Agape

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De la misma forma, el mensaje dado al mundo entre 1834 y 1844 no habría sido nunca dado con el poder y el regocijo<br />

que el antítipo exigía, si los que lo hubiesen estado dando hubieran entendido que el Salvador, en vez de venir a esta Tierra,<br />

iba a entrar al Lugar Santísimo del Santuario celestial, y que allí iría a comenzar el trabajo del juicio investigativo.<br />

Dios cubrió de <strong>su</strong>s ojos el hecho de que existían otros dos mensajes que debían ser dados al mundo, antes que el Señor<br />

pudiera volver a esta Tierra en poder y gloria [21]; que El no podría venir hasta que ellos hubiesen completado el antítipo.<br />

Entonces, para confortarlos en <strong>su</strong> decepción, les permitió, a través de la fe, que mirasen dentro del Santuario celestial [22],<br />

y pudiesen captar un destello del trabajo de <strong>su</strong> Sumo Sacerdote oficiando por ellos.<br />

El profeta Joel evidentemente relacionó el fin del trabajo evangelístico en la Tierra con el tocar de las trompetas, al escribir:<br />

"Tocad trompetas en Sión, y dad voz de alerta en mi santo monte; perturbense todos los moradores de la Tierra, porque<br />

el Día del Señor viene y está próximo" [23].<br />

El sonido de trompetas fue escuchado muchas veces en el pasado, desde la trompeta del Señor en el monte Sinaí, cuando<br />

toda la tierra tembló [24], hasta tocar los cuernos de carnero delante de las murallas de Jericó.<br />

Está llegando el tiempo cuando la trompeta del Señor será nuevamente escuchada por los mortales, cuando <strong>su</strong>s notas harán<br />

"temblar no solamente la Tierra, sino que también el Cielo" [25]. <strong>La</strong>s claras notas de esa trompeta penetrará en los más<br />

profundos esconderijos de la Tierra; y, Así como antes la trompeta juntaba a todo el pueblo de Israel para que comparecieran<br />

delante del Señor, Así todo hijo de Dios que duerma en la tierra responderá al llamado de esa trompeta, y se levantará<br />

para unirse con el Señor. En las antiguas cavernas oceánicas serán escuchados los claros tonos, y el mar, obediente al llamado,<br />

devolverá <strong>su</strong>s muertos [26]. Toda la Tierra resonará con el andar de la innumerable compañía de los redimidos, a<br />

medida que los vivientes y los re<strong>su</strong>rrectos se reúnen para encontrarse con el Señor como respuesta a la cita de bienvenida<br />

del último llamado de la trompeta que será dado sobre esta Tierra malvada [27]. Entonces todas las notas discordantes cesarán<br />

por completo, y los redimidos escucharán decir al Salvador, "Venid, benditos de Mi Padre, entrad en el reino preparado<br />

desde la fundación del mundo" [28].<br />

En el antiguo servicio típico, el pueblo de Dios se reunía para adoración al comienzo de cada mes y en cada Sábado, en<br />

obediencia a las claras notas de la trompeta plateada; de la misma forma podemos imaginar que cuando la Tierra sea hecha<br />

de nuevo, y "de un mes a otro y de un Sábado a otro" [29], la asamblea redimida se reúna para adorar delante del Señor, será<br />

como respuesta a las notas de las trompetas celestiales, de las cuales aquellas usadas en el antiguo servicio eran un tipo.<br />

Tipo Antítipo<br />

Lev. 23:24-27 Apoc. 14:6-7<br />

Trompetas tocando, anunciando que el Día de la El primer mensaje angélico anunció que el verdadero<br />

expiación está muy próximo. Día de la Expiación, el juicio, está próximo.<br />

Num. 28:11-15 Heb. 10:32-37<br />

Muchos sacrificios eran hechos en la Fiesta de las Aquellos que proclamaron el primer mensaje<br />

Trompetas. angélico sacrificaron mucho; ellos "tomaron<br />

alegremente el despojo" de <strong>su</strong>s bienes.<br />

Num. 10:3-10 1 Cor. 15:51-53<br />

El sonido de la trompeta reunía Israel delante <strong>La</strong> trompeta de Dios reunirá los santos para<br />

del Señor. encontrarse con el Señor cuando aparezca.<br />

Capítulo XXIX: El Día de la Expiación o la Obra en el Segundo Compartimiento.-<br />

El Día décimo del séptimo mes era el Día de la expiación [1]. Era considerado más sagrado que cualquer otro Día dentro<br />

del servicio anual. Era un sábado ceremonial y un Día de fiesta [2]. El Israelita que no afligía <strong>su</strong> alma en ese Día era separado<br />

del pueblo [3]. Tan sagrado era considerado este Día, aun hasta en el tiempo presente, que aun cuando los Judíos<br />

hayan rechazado a Cristo y algunos no tengan ninguna consideración para con el Sábado, pero cuando llega el décimo Día<br />

del séptimo mes, ningún judío hace cualquier negocio o trabajo en ese Día, no importa cuan débil pueda estar en la fe.<br />

Habían varios sacrificios ofrecidos en el Día de la expiación. Antes de comenzar con el trabajo regular del Día, el <strong>su</strong>mo<br />

sacerdote ofrecía un buey por si mismo y <strong>su</strong> casa [4].<br />

El servicio principal del Día era la ofrenda de los machos cabríos. Eran traídos dos machos cabríos hasta la puerta del<br />

santuario, y eran echadas <strong>su</strong>ertes sobre ellos, uno para el Señor, el otro para Azazel [5]. El <strong>su</strong>mo sacerdote mataba el macho<br />

cabrío del Señor, y entonces, vestido con <strong>su</strong>s ropas más primorosas, con el pectoral del juicio llevando los nombres de las<br />

doce tribus de Israel sobre <strong>su</strong> corazón, y las sagradas piedras de onix con los nombres de las tribus sobre <strong>su</strong>s hombros, él<br />

pasaba con la sangre del macho cabrío al Lugar Santísimo. Cuando él entraba en el segundo velo, llevando el incensario de<br />

oro lleno de brazas ardientes provenientes del altar que estaba delante del Señor, y con la mano llena de incienso, colocaba<br />

el incienso sobre las brazas del incensario, de manera que la nube de fragante incienso lo cubriese al pasar delante de la presencia<br />

visible de Dios, la cual se manifestaba entre los dos querubines que estaban sobre el propiciatorio. Con <strong>su</strong>s dedos asperjía<br />

la sangre sobre el propiciatorio, el cual estaba sobre la quebrantada ley de Dios. Entonces, saliendo hacia el primer<br />

compartimiento, tocaba los cuernos del altar de oro con la sangre [6].<br />

Cuando el había "terminado de reconciliar el lugar santo, y el tabernáculo de la congregación, y el altar", salía hasta el<br />

átrio. En el tipo el <strong>su</strong>mo sacerdote cargaba en <strong>su</strong> propia persona todos los pecados de los hijos de Israel que habían sido<br />

confesados y transferidos al santuario. Entonces colocaba <strong>su</strong>s manos sobre el macho cabrío elegido para Azazel, y confesaba<br />

"sobre el todas las iniquidades de los hijos de Israel, y todas <strong>su</strong>s transgresiones en todos <strong>su</strong>s pecados, colocándolos sobre<br />

la cabeza del macho cabrío", y este era llevado lejos, "a través de un hombre escogido para este trabajo, hasta el desierto".<br />

El macho cabrío llevaba sobre el mismo todas las iniquidades hasta un lugar "no habitado", un "lugar separado" [7].<br />

Volviendo al tabernáculo de la congregación, el <strong>su</strong>mo sacerdote se sacaba <strong>su</strong>s ropas sacerdotales y se ponía <strong>su</strong>s otras<br />

ropas [8]; volvía entonces al átrio, purificaba el átrio de <strong>su</strong>s impurezas o pecados. Los cuerpos de los animales cuya sangre<br />

había sido derramada al interior del santuario, eran llevados fuera del campamento y entonces eran quemados. Cuando se<br />

ponía el sol en el Día de la expiación, todos los pecados se habían ido al "lugar separado"; y nada más que cenizas quedaban<br />

de ellos como recuerdo [8].

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