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Hermandad
Deus Caritas est
Damián Lampérez
No he encontrado
palabras
más oportunas
que éstas,
del evangelista
Juan, y que el Papa
Benedicto XVI utilizó para titular
la primera encíclica de
su pontificado, para encabezar
la humilde reflexión
que me dispongo a haceros
sobre la caridad cristiana.
No sólo me han servido
como mero título, sino que
es nuestra intención que
se conviertan en un lema
y en punto de referencia
16 Boletín Monte Calvario / Cuaresma 2011
para la nueva comisión de
obra social de esta junta
de gobierno. Creo que estas
palabras expresan con
total claridad el auténtico
núcleo de la fe cristiana:
Dios es amor.
Desde tiempos remotos,
el pueblo de Israel ha repetido
incansablemente en
sus oraciones diarias aquellas
palabras del libro de
Deuteronomio: “Escucha,
Israel: El Señor nuestro Dios
es solamente uno. Amarás
al señor con todo el corazón,
con toda el alma, con
todas las fuerzas” (6, 4-5).
Por su parte, en el Levítico,
tercer libro de la Biblia
en el que se sintetizan las
fiestas, sacrificios y diferentes
normas religiosas y morales
del pueblo de Israel,
encontramos: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo”
(19, 18). En los Evangelios
de Marcos y Mateo vemos
como Jesús, cuando le preguntan
los escribas cuál
es el mayor de los mandamientos,
contesta aunando
estos dos preceptos y
concluye: “No hay mandamiento
mayor que estos”.
(Mt. 22, 34-12 ó Mc. 12,
29-31). Nace aquí la norma
fundamental del cristiano,
el mandamiento nuevo:
Amor a Dios y al prójimo.
Foto: Miguel Ángel Sánchez López
El amor al prójimo se
convierte por lo tanto en el
centro de la vida cristiana.
San Pablo, en su primera
carta a los corintios, en el
famoso fragmento que estamos
acostumbrados a
oír en la mayoría de las bodas,
nos dice que el amor
al prójimo es la mayor de
las virtudes teologales, por
encima de la esperanza
y la fe. San Juan nos dice
que, mediante el amor al
prójimo, permanecemos
en Dios y participamos
de su espíritu.
Nuestro amor al prójimo
debe asemejarse en todo
lo posible al de nuestro