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Colaboraciones
‘El Calvario’
del libro ‘Anécdotas y curiosidades de la Semana Santa malagueña’
de Dolores Carrera, ‘Un nazareno verde’. Año 1977.
El monte Calvario
de nuestra ciudad
y su ermita,
siempre han sido
lugares muy vinculados
a nuestra Semana
Santa.
Tal vez muchos malagueños
desconozcan
los cultos que se hacen
en esta pequeña
iglesia durante el año y
las gentes que suelen
subir allí, sobre todo
personas humildes,
gitanos que viven en
los montes cercanos
y que suben descalzos
para cumplir ‘la mandá’
que le hicieron a Dios
en aquel momento de
pena y angustia. Los
cultos tienen lugar durante
todo el año, pero
al llegar la cuaresma
se intensifican en fervor
y solemnidad.
En el año 1756 se
hizo la primera Vía-Sacra
que sale de la iglesia de San
Lázaro, ampliándose la pequeña
ermita que ya existía y se labraron
las catorce estaciones de Pasión.
Siempre el pueblo de Málaga se
ha sentido unido al monte Calvario
como algo que representa la
Pasión de Cristo, y la Hermandad
del Rocío aun continúa haciendo su
vía-crucis oficial, tradición ésta que
no debe perderse.
Narran las crónicas en nuestros
periódicos locales que durante la
primera mitad del pasado siglo era
ya muy concurrido este lugar por
personas piadosas que hacían el
ejercicio del vía-crucis. Entre estas
personas que subían al monte
Calvario había un devoto conocido
96 Boletín Monte Calvario / Cuaresma 2011
por ‘el Señó Antonio el Batatero’. Dicho
‘señó Antonio’ era dueño de un
puesto de frutas cerca de la plaza
de la Merced. De ahí suponemos
que le vendría el sobrenombre. Era
de cuerpo deforme y ya anciano, lo
cual no le impedía subir al monte y
la empinada cuesta con gran número
de fieles tras él. Gente sencilla,
humilde, les gustaba oír al ‘señó
Antonio el Batatero’, que en cada
estación hacía unas reflexiones
muy al estilo de la época, empleando
unas metáforas tan originales
que cada año acudían más personas
para oírle. Cuando llegaba a
la estación de la muerte de Jesús,
se paraba en medio de un gran silencio
impresionante y volviéndose
al pueblo que le oía
asombrado, les decía
con su mejor buena fe
el siguiente disparate:
‘Jesús ha muerto, Dios
le haya perdonado’.
Hoy en día la capilla
del monte Calvario
la preside en su altar
una bellísima Dolorosa,
vestida al estilo
nuestro, como si nada
más estuviese esperando
un palio, bajo la
advocación de Santa
María del Monte Calvario,
obra del escultor
sevillano Luis Álvarez
Duarte. A los pies
de la Virgen, un Cristo
yacente pone la nota
de recogimiento y meditación
en el pequeño
altar barroco. La
capilla, que se mantiene
de las limosnas
que dan los fieles, es
recogida y humilde,
con toda la gracia andaluza
que se puede hacer en tan
corto espacio. Y es una pena que
no puedan lucir sus imágenes por
las calles malagueñas, pues son
admiración de todos los que suben
a rezar ante ellas. Alma y vida
de todo esto es el que fuera durante
muchos años delegado episcopal
de la Agrupación de Cofradías,
reverendo padre don Manuel Gámez
López, que ha sabido imprimir
un verdadero espíritu cofrade
–como él siente– a todo lo que allí
existe. Desde el olor a incienso
que se mezcla con el de las flores
silvestres del monte, hasta esas
saetas y marchas procesionales
que suelen oírse en los
cultos cuaresmales.