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Formación
Los acólitos:
el servicio al altar por medio de la liturgia
Antonio Muñoz González
El término acólito
proviene del latín
acoly̆tus, y este a
su vez del griego
, que significa
“el que sigue o acompaña”.
Aunque en sentido
estricto se refiere al laico
que ha recibido el ministerio
del acolitado, por extensión
se aplica este término
al monaguillo que, aun sin
haber recibido el ministerio
del acolitado, asiste al diácono
y sacerdote al servicio
del altar, y participa en la liturgia
de las celebraciones
religiosas, tanto de culto interno
como externo. Así lo
recoge el Diccionario de la
Real Academia en la segunda
acepción del término.
El ministerio del acolitado
era la última de las órdenes
menores que se recibían
generalmente de camino
a las órdenes mayores. El
resto de órdenes menores
eran el ostiariado, el exorcistado
y el lectorado. Las
órdenes mayores, como es
sabido, son el diaconado,
el presbiterado o sacerdocio,
y el episcopado.
El Papa Pablo VI, en consonancia
con el espíritu del
Concilio Vaticano II, mediante
el motu proprio “Ministeria
Quaedam” (15-VIII-
1972) modificó las órdenes
menores, actualizándolas
a las necesidades de la
Iglesia actual. Suprimió el
ostariado y el exorcistado,
manteniendo el acolitado y
el lectorado. Sin embargo,
no las mantuvo como órdenes
menores, sino que fueron
denominados ministerios.
Estos ministerios, en
lo sucesivo, dejaron de ser
exclusivos para los aspirantes
a las órdenes mayores,
pudiendo ser conferidos
por el obispo a laicos que
lo ejerzan de manera estable.
En armonía con la tradición
de la Iglesia, la institución
de lector y de acólito
se mantiene reservada a
los varones.
El ministeriado
del acolitado era
la última de las
órdenes menores
Las disposiciones de
Pablo VI anteriormente enumeradas
fueron recogidas
en el Código de Derecho
Canónico, en el canon 230,
que establece lo siguiente:
“Los varones laicos que
tengan la edad y las condiciones
determinadas por la
Conferencia Episcopal pueden
ser llamados para el ministerio
estable de lector y
acólito, mediante el rito litúrgico
prescrito; sin embargo,
la colación de esos ministerios
no les da derecho a ser
sustentados o remunerados
por la Iglesia”.
De esta manera, la nueva
regulación que indicó Pablo
VI diferenciaba claramente
los ministerios de las sagradas
órdenes. Los laicos
que por disponibilidad especial
quieran ayudar a la
Iglesia en el servicio de la
Palabra y del Altar, lo pueden
hacer, sin dejar su condición
de laicos, a través
del ministerio permanente
de lectorado y acolitado.
También lo podrán hacer a
través del diaconado permanente,
pero siendo éste
no ya un ministerio sino
una orden sagrada, aunque
sin dejar su estado laical.
Los acólitos que han
recibido del obispo este
ministerio pueden realizar
algunas funciones que, en
principio, están reservadas
al diácono y al presbíte-
Boletín Monte Calvario / Cuaresma 2011
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