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Documents 24 - Fundació Carles Pi i Sunyer

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DOCUMENTS PI I SUNYER<br />

modo, el individuo acaba encerrado en una relación de dependencia consumista en los diferentes ámbitos<br />

vitales y para los aspectos más diversos. También las administraciones y la justicia empiezan a utilizar<br />

cada vez más los términos “cliente” y “servicio al cliente”. Debido a ello, la persona pierde su autonomía,<br />

no sólo dentro de la economía de mercancías, sino también dentro de los demás sectores<br />

institucionalizados.<br />

La sociedad institucionalizada está muy alejada de la vida cotidiana o de “la vida junto al hogar” o<br />

“vernaculum” según palabras del filósofo I. Illich 17 . Esta vida “cotidiana” sigue dominando en la mayor<br />

parte del mundo: dormir en un lugar adecuado, sacar agua potable con la bomba, buscar algo de comida<br />

en el huerto, charlar con los vecinos, estar juntos al nacer y al morir. También en nuestra civilización<br />

occidental este mundo vernacular “no economizado” o comercializado en vías de desaparición sigue<br />

constituyendo una parte importante, aunque no siempre valorada ni respetada, de nuestras vidas. Sin<br />

embargo, relegamos este mundo a nuestro tiempo libre y a la esfera privada, y lo reducimos a la<br />

confrontación con los procesos de vida elementales en los periodos de vacaciones. Pero, en la vida<br />

cotidiana, la existencia humana se ha visto despojada de esta dimensión natural “corriente” debido a la<br />

compleja toma de decisiones política, a la inflación de reglamentos y normas, y a nuestra economía<br />

organizada en torno a los valores de intercambio.<br />

Los desarrollos institucionales y el progreso tecnológico han creado la ilusión de que la ampliación<br />

institucional y el desarrollo pueden reemplazar a una privacidad autónoma, nos pueden liberar de los<br />

problemas, grandes y pequeños, que son inherentes a la vida, y pueden ofrecer una respuesta (definitiva)<br />

a las preguntas existenciales relacionadas con la vida y la muerte. Estos dos mundos complementarios<br />

tienen su propia forma de existencia, sus características, sus valores y su contribución al conjunto, pero<br />

no pueden sustituirse el uno por el otro. El placer no puede sustituir a la felicidad, ni el derecho a la<br />

libertad, una asistencia social bien organizada no puede sustituir al bienestar, y el consumismo no ofrece<br />

ninguna respuesta a las cuestiones vitales fundamentales. Sin embargo, sí pueden enriquecerse<br />

mutuamente en una proporción adecuada, con las instituciones como medio para fomentar y apoyar la<br />

autonomía humana como objetivo.<br />

La desaparición del vínculo con la naturaleza<br />

El crecimiento institucional antes descrito en el ámbito político, económico y social, que en estos momentos<br />

se halla en una fase contraproducente, tiene mucho que ver con las respuestas que el ser humano<br />

buscaba frente a una dependencia de la naturaleza considerada excesiva. Durante siglos, el ser humano<br />

ha estado sometido a los caprichos del clima, el éxito de la cosecha, la dureza de las estaciones, la<br />

enfermedad y el envejecimiento. La única posibilidad era sobrevivir a las coyunturas de las estaciones, de<br />

la vida. «En anteriores fases de la historia, los seres humanos vivían en condiciones que dependían en<br />

gran medida de las fuerzas externas. Los ritmos de las estaciones, los ciclos del día y de la noche, las<br />

inclemencias del tiempo y la impenetrabilidad de los entornos naturales (por ejemplo, la profundidad del<br />

océano o las alturas del cielo) ponían límites externos a la acción del ser humano 18 ». Sin embargo, una<br />

atención exagerada por el desarrollo cultural provocó una radical objetivación, distanciamiento y alienación<br />

de la naturaleza. En las últimas décadas, un estilo de vida definitivamente irreconciliable con la naturaleza<br />

ha causado problemas ambientales a escala mundial.<br />

La contaminación y la degradación del medio ambiente, como consecuencia de una alienación de la<br />

naturaleza, que en un principio parecían encontrarse muy lejos, fuera de nosotros, están penetrando<br />

cada vez más en nuestra intimidad, y afectan a nuestra integridad psíquica y física. Sin embargo, la<br />

manera en que tratamos estos problemas ambientales, como consecuencia de nuestra alienación material,<br />

17 Según I. Illich, la excesiva institucionalización apareció en dos grandes fases. La primera se produjo después del cambio de siglo, cuando las<br />

instituciones pasaron por primera vez a formar parte de la vida social. En una segunda fase (en la década de los sesenta), la institucionalización<br />

empezó a dominar radicalmente la sociedad, y los expertos empezaron a exigir el monopolio tanto de la formulación de problemas como de las<br />

respuestas a los mismos. A ello iba unido el retroceso de la intimidad vernacular (concretamente esa intimidad en que la persona podía dar una<br />

definición autónoma de los diferentes aspectos de la vida), y la alienación de la persona con respecto a los procesos humanos elementales e intrínsecos<br />

con los que tenía que ver, como: desplazarse, aprender, estar enfermo y curarse, trabajar, el carácter masculino y femenino. I. Illich ha dedicado la<br />

mayor parte de sus escritos al desarrollo de esta dinámica y sus consecuencias para el hombre occidental en diversos ámbitos, como la medicina, la<br />

enseñanza, el transporte, etc.<br />

18 Giddens, A., <strong>Pi</strong>erson, C., Conversations with Anthony Giddens: Making Sense of Modernity, Polity Press, Cambridge, 1999, p. 16-17.<br />

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