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«Seminario Loyola - Gracián»<br />

y tirano o déspota”. Es decir, cada una de estas figuras surge de un compromiso cínico y<br />

acomodaticio entre dos aspectos contradictorios: un gesto idealista (el del santo o el<br />

mártir) que sale perdiendo y se posterga en favor de una actitud pragmática (la del<br />

intrigante o el déspota) que es la que termina triunfando. Se trata de personajes que,<br />

ante la degradación secular del estado de cosas, la aceptan como irremediable y sacan<br />

partido de ella, en vez de luchar por reducir la distancia entre los hechos y los principios<br />

en crisis. Esto les lleva a suspender indefinidamente la trascendencia ética de los<br />

principios, en beneficio de lo que Aranguren, a propósito de Gracián, denomina<br />

“prudencia mundana”: es decir, una colección de improvisadas reglas prácticas<br />

encaminadas a sortear eficazmente la bajeza del mundo 8 .<br />

Recuérdese que Gracián concluye su manual de intriga cortesana (me refiero al<br />

Oráculo manual y arte de prudencia) con una última máxima en la que presenta como<br />

santo a ese personaje que inhibe sus propias pasiones y calcula racionalmente los<br />

afectos de los demás con la intención de triunfar en la corte y poder manipular el curso<br />

de los acontecimientos en su propio favor: “En una palabra, santo, que es decirlo todo<br />

de una vez” (máxima 300). Walter Benjamin insiste en dos aspectos señalados por<br />

Norbert Elias, afirmando que el cortesano ha de poseer una rigurosa disciplina hacia<br />

dentro y desarrollar al mismo tiempo una acción sin escrúpulos hacia fuera:<br />

El espíritu (así reza la tesis de aquel siglo) se demuestra en el poder; el espíritu es la<br />

facultad de ejercer la dictadura. Esta facultad exige al mismo tiempo una rigurosa<br />

disciplina interna y una acción sin escrúpulos hacia el exterior. Su puesta en práctica<br />

implicaba un desapasionamiento hacia el curso del mundo, actitud cuya frialdad es sólo<br />

comparable en intensidad a la ardiente aspiración de la voluntad de poder. Esta<br />

perfección tan calculada de la conducta del hombre de mundo, al despojarlo de todos<br />

sus impulsos elementales, suscita en él un sentimiento de luto: un estado de ánimo que<br />

permite que al cortesano, paradójicamente se le exija ser un santo, o bien que, como<br />

hace Gracián, se afirme de él que lo es 9 .<br />

Por su parte, Remo Bodei, en su excelente análisis de Una geometría de las<br />

8<br />

Muñoz Millanes, José: “La presencia de Baltasar Gracián en Walter Benjamin”, en<br />

www.lehman.cuny.edu/ciberletras/vlnl/ens_08.htm, p. 5.<br />

9 Benjamin, Walter: El origen del drama barroco alemán, Madrid, Taurus, 1990, pp. 85-86.<br />

<strong>Eikasia</strong>. Revista de Filosofía, año VI, 37 (marzo 2011). http://www.revistadefilosofia.com 137

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