233 - Scherzo

ACTUALIDAD
ZARAGOZA
Ciclo de Música Clásica Expo Zaragoza 2008
CUATRO DE UNA EXPOSICIÓN
Auditorio. 12-VI-2008. Catherine Wyn-Rogers, mezzo; Talia Or, soprano. Coro Amici Musicæ. Filarmónica de Israel.
Director: Zubin Mehta. Mahler, Sinfonía nº 2 “Resurrección”. 20 a 22-VI-2008. Solistas. Coro Amici Musicæ. Sinfónica del
Conservatorio Superior de Música de Aragón. Director: Juan Luis Martínez. Bizet, Carmen (versión de concierto). 3-VII-
2008. Denis Matsuev, piano. Filarmónica de San Petersburgo. Director: Yuri Temirkanov. Obras d Chaikovski. 11-VII-2008.
Marta Almajano, soprano. Los Músicos de Su Alteza. Director: Luis Antonio González. Obras de Haydn y García Fajer.
ZARAGOZA
del tema y la matización
entre los pianos y los crescendos.
Acompañó de modo
perfecto, sutil y elegante al
fagot que tocó con naturalidad
difícil, bonito sonido,
con interesantes cadencias
propias. Un Mozart ameno y
profundo a la vez.
Otro director joven,
Rubén Gimeno, en un programa
popular como el anterior
y precio casi simbólico
puso en los atriles las Danzas
fantásticas de Turina, magnífica
obra en sus tres tiempos
que debía formar parte del
repertorio y dirigió con solvencia
las difíciles danzas de
West Side Story y la obra mejicana,
totalmente prescindible.
Lo mejor, la obra estreno de
ZUBIN MEHTA
nunció como si de un concierto
histórico se tratara,
pero unos pocos añoramos
un mayor subrayado de las
contradicciones mahlerianas.
Bien la Filarmónica de Israel
y sobresalientes las solistas,
aunque el mayor caudal de
Wyn-Rogers tapó un poco a
Or. Amici Musicæ, el coro no
profesional residente en el
Auditorio de Zaragoza, salió
Arutjunjan, de brevedad
positiva, gran dificultad técnica
y lenguaje tonal muy
asequible. El trompeta solista
de la orquesta, como el fagot
del anterior concierto, tocó
como un virtuoso, tanto en
los momentos líricos como
en los dinámicos. Estas intervenciones
de profesores del
conjunto son muestra de su
nivel y del paulatino avance
de éste.
Entre tanto, Giovanni
Antonini y su magnífico grupo
Il Giardino Armonico,
residente en el Auditorio,
continúa grabando los Concerti
grossi op. 6 de Haendel
y ofreciéndolos al público.
Fernando Herrero
Ochenta minutos emplea
Mahler para dar su respuesta
a la gran pregunta
de la existencia: Moriré
para vivir; toda la Segunda
mira hacia la solución
del enigma. Pero que el
consecuente sea decisivo no
rebaja la importancia del
antecedente. ¿Cómo ofrecer
la respuesta a un misterio si
éste no se plantea en toda su
integridad? En el concierto
inaugural del ciclo, Mehta
proclamó la respuesta —
Resucitarás— de manera
impresionante, pero no
pareció igualmente interesado
en plantear en toda su
crudeza los conflictos que la
exigen. Su Segunda quedó
así escindida en dos
bloques: tres movimien tos ni
aristados ni desgarradores,
de moderado calado expresivo,
y un final en cambio
rotundo y espectacular, unidos
por el breve gozne esperanzador
de la Urlicht. El
respetable, visiblemente
inhabitual —aplaudió ¡al
final del desarrollo del primer
movimiento!—, se promás
que airoso del mayor
reto de su vida.
Tampoco fue plenamente
satisfactorio el monográfico
Chaikovski de la sesión dirigida
por Temirkanov. En el
Primero fue patente el desencuentro
entre pianista y
batuta. El solista Matsuev
optó por una lectura titánica,
apabullante, contundente en
lo sonoro, precipitada en el
tempo, claramente contraria
al enfoque más canónico de
Temirkanov. Por tener un
único responsable, la Cuarta
Sinfonía cursó con más naturalidad,
aunque el aseo prudente
y mesurado fue menos
de lo que cabía esperar de
los herederos de Mravinski.
Para sorpresa general, lo
mejor de la tanda —los cuatro
conciertos Expo habidos
hasta el momento de redactar
estas líneas— debe imputarse
al haber de los de casa.
Amici Musicæ, triunfador del
concierto inicial, repitió en la
Carmen semiescenificada,
producción propia del Auditorio.
No pude asistir pero
personas de criterio fiable
por cabal así me lo confirmaron,
al igual que el buen
hacer de Juan Luis Martínez,
que siempre logra resultados
notables de la Sinfónica del
Conservatorio.
Zaragozano también, Los
Músicos de su Alteza, el conjunto
historicista dirigido por
Luis Antonio González, recibió
sinceras ovaciones por
su admirable planteamiento,
musicológico y expresivo, de
su programa dieciochesco.
Las sinfonías de Haydn,
Lamentatione y La gallina,
mostraron el excelente trabajo
de un conjunto que va a
más, mientras que la Salve
para la Virgen del Pilar y la
cantada Me pasmo, obras
ambas de García Fajer —un
riojano que tras un paso por
Italia fue muchos años maestro
de capilla en La Seo zaragozana—,
fueron engrandecidas
por la voz de Marta
Almajano, cuyo dominio
infalible del canto adornado
y plagado de agilidades fue
saludado con el ruidoso
afecto de un público que,
como en otras sesiones del
ciclo, ha sido menos numeroso
de lo esperado. Se diría
que, como en la célebre jota,
los visitantes foráneos de la
Expo no pueden pasar el
Ebro. Ellos se lo pierden.
Antonio Lasierra
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