Tema 2: La posibilidad del conocimiento - inicio
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Filosofía y Ciudadanía<br />
Epistemología<br />
cuando Sócrates se limitó a definir términos éticos, es decir, pertenecientes al nomos. Platón<br />
defiende que es posible conocer esas ideas y en consecuencia que existe <strong>conocimiento</strong><br />
absoluto y objetivo. En ese <strong>conocimiento</strong> fundamentará un mo<strong>del</strong>o político que considera<br />
perfecto, y que estudiaremos en la unidad de filosofía política.<br />
<strong>La</strong>s ideas platónicas son conceptos universales que se corresponde con un nombre<br />
común que se aplica a una pluralidad de seres. En el mundo existen una gran cantidad de seres<br />
a los que llamamos “caballo”: el concepto universal de “caballo” recoge las características que<br />
debe tener un ser para que se le pueda denominar “caballo” (tener cuatro patas, cascos, etc.) y<br />
no recoge aquellas otras características que no poseen todos los caballos (color de pelo, etc.).<br />
Cuando muere un caballo, no desaparece el concepto de “caballo”. Incluso si desapareciesen<br />
todos los caballos, el concepto “caballo” seguiría significando lo mismo. El concepto universal<br />
es objetivo, no subjetivo: eso quiere decir que lo descubrimos, no lo inventamos. El concepto<br />
universal se basa en realidades previas a nosotros: el concepto de “ornitorrinco” es el mismo<br />
lo conozca yo o no, puesto que se basa en lo que tienen de común los ornitorrincos, lo cual no<br />
puede depender de mí.<br />
Según Platón, la ciencia trata de lo universal, de lo general, y por ello no puede haber<br />
ciencia sin conceptos universales. Cualquier enunciado significativo, cualquier juicio <strong>del</strong> tipo “A<br />
es B”, requiere de al menos un concepto universal (A puede ser un particular, pero B tiene que<br />
ser o el nombre de una clase o un atributo, o sea, un sustantivo o un adjetivo, y ambos son<br />
conceptos universales). Son los conceptos universales los que permiten hacer inteligibles los<br />
objetos particulares (no se puede dar una definición de un particular) y los que nos posibilitan<br />
hacer enunciados generales (es decir, establecer relaciones que se cumplen siempre, y no sólo<br />
en casos particulares) que son el objetivo de la ciencia. Esta caracterización de las Ideas podía<br />
era compartida por otros autores, como Sócrates o posteriormente Aristóteles, y en realidad<br />
cualquier pensador que epistemológicamente acepte la <strong>posibilidad</strong> de un <strong>conocimiento</strong><br />
objetivo defiende, de uno u otro modo, la existencia de conceptos universales. Pero al tiempo,<br />
Platón defiende que las ideas existen como entidades separadas de las cosas particulares y de<br />
las mentes de los sujetos que conocen esas ideas. Esas ideas, meramente inteligibles (y por<br />
tanto inmateriales) existirían en un mundo inteligible, diferente <strong>del</strong> mundo sensible material<br />
en que nos encontramos. Además, estas ideas son la causa de los particulares a los que se<br />
aplica el concepto universal, siendo entonces los particulares meras copias de las ideas<br />
inteligibles. Estas dos características de las ideas, la de existir separadamente y la de ser causa<br />
de los particulares, ya no son compartidas por todos los pensadores racionalistas, a diferencia<br />
de la característica de ser conceptos universales, que si admite cualquier autor que adopte una<br />
postura objetivista ante el <strong>conocimiento</strong>. Aristóteles, por ejemplo, rechaza que las ideas<br />
existan separadamente.<br />
“Esta era, en efecto, la tesis de Protágoras cuando afirmaba que el hombre es “la medida de todas<br />
las cosas”, queriendo sin duda decir con ello que tal como me parecen las cosas así son para mí, y<br />
que para ti son tal como te parecen a ti. Es totalmente imposible que Protágoras haya dicho la<br />
verdad. Pues sin duda, uno no podría en manera alguna ser más razonable que otro, si las<br />
opiniones de cada uno fueran para cada uno la verdad. Es evidente que las cosas tienen por sí<br />
mismas un cierto ser permanente, que ni es relativo a nosotros ni depende de nosotros. Ellas no se<br />
dejan llevar de acá para allá según el capricho de nuestra imaginación, sino que ellas existen por sí<br />
mismas según su propio ser y en conformidad a su naturaleza.”<br />
Platón, “Crátilo”<br />
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