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etrocesos o dificultades con la entonación, dándole a la lectura oral un
papel preponderante o que nunca llegan a extrapolar, pero ¿se concibe
eficientemente la actividad docente para que se puedan cumplir estos
objetivos?
Entre los modelos de estos estudiosos del tema pueden encontrarse rasgos
comunes; en primer lugar, la participación del lector; este pasó de ser un
receptor de información, de acuerdo con la concepción tradicional, a ser un
sujeto activo, que actúa con el texto y construye su significado, de forma tal,
que el significado no es único, depende del lector.
En segundo lugar, se presenta la noción de significado. Desde el punto de
vista de los autores, el texto no tiene significado hasta que no entra en
relación con el lector. De hecho, cualquier significación lograda, el sentido
que se le dé, dependerá de los conocimientos previos del lector, de su
universo del saber, de su cultura, inteligencia y sensibilidad, o sea entender
que leer es la búsqueda de la comprensión de lo que se ha leído.
En tercer lugar la importancia que tiene la selección de los textos con los
que se trabajen en la clase, cuando no sean los textos básicos de las
diferentes asignaturas, pues si estos no se adecuan a los intereses,
motivaciones y capacidad cognitiva de los estudiantes, no podrán ser
comprendidos por ellos.
Estos modelos poseen gran alcance en cuanto a lo que se pretende lograr
con el proceso de comprensión textual en las clases, sin embargo la autora
considera que al mismo debe añadírsele la metalectura que es uno de los
componentes de la metacognición para posibilitar la autoevaluación de lo
que se ha logrado y lo que falta por alcanzar, mediante la interacción de un
estudiante más experto con otro con menor nivel de competencia lectora o
a través de la ayuda del profesor para potenciar su desarrollo intelectual.
Estas consideraciones hacen que el contenido se construya mediante un
proceso de elaboración personal, que cada estudiante realiza de acuerdo
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