deuda externa alejandro olmos
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presas que Perón recuperó para el Estado. No nos queda ni la dignidad del<br />
trabajo, porque la desocupación y el desamparo se han impuesto como sistema.<br />
Sobre la Patria vendida cae el martillo de una subasta planificada por los<br />
bancos, con la complicidad de los sirvientes del soborno... Mientras se negocian<br />
posiciones y candidaturas en la disputa de las internas partidarias, los<br />
intereses dominantes que manejan al Estado convierten al país en una verdadera<br />
factoría... Los dineros de Judas se han impuesto a la Biblia del juramento...<br />
Por ello ha sido posible que, al cabo de catorce años de iniciado el<br />
más importante proceso judicial, los responsables y ejecutores del fraude a la<br />
<strong>deuda</strong> <strong>externa</strong> sigan manejando la economía nacional, lucrando con la riqueza<br />
del país y con la pobreza de su pueblo... La resistencia y la desobediencia<br />
civil son recursos de la voluntad nacional en defensa de la Constitución y del<br />
país. Son las únicas armas que el pueblo tiene para oponerse a la violencia de<br />
los que mandan... No convocamos a la subversión ni a la violencia, porque<br />
subversivos y violentos son los que empujan al pueblo a la angustia y a la desesperanza...<br />
Sólo hay un camino, Señor Presidente. Y es volver al pueblo,<br />
rompiendo con la delincuencia transnacional del poder financiero. Es la hora<br />
de la desobediencia frente a los apóstatas de la democracia, resistiendo a la<br />
violencia de una autoridad pública que podrá ser lícita, pero que ha dejado de<br />
ser legítima".<br />
En esa época, con la colaboración de algunos compañeros del campo antiimperialista<br />
-entre otros, Norberto Acerbi, Luis Donikiany, Carlos Julia-,<br />
Alejandro consigue dar mayor impulso el Foro Nacional Convocante, transformándolo<br />
en Foro Argentino de la Deuda Externa, cuyo domicilio se establece<br />
provisoriamente, primero, en el barrio de San Telmo (Chile al quinientos)<br />
y luego, cerca de Tribunales, en la calle Paraná. Desde allí continúa la<br />
lucha infatigable: "Compatriota: te convocamos a una nueva guerra por la indepedencia,<br />
la lucha contra la Deuda Externa. Contra esa Deuda -fraguada<br />
y fraudulenta- donde se asienta un sistema de dominación y de injusticia...<br />
Ésta no es la causa de un sector ni de un partido. Es la causa de todos... junto<br />
a los pueblos que, en la Patria Grande de la América nuestra, no se someten<br />
al poder financiero que roba y esclaviza".<br />
Asimismo, viaja al exterior y participa en diversos congresos. A fines de<br />
1998, expone, en Bruselas y Amsterdam, acerca de "el caso argentino" -único<br />
país donde el tema de la Deuda ha sido planteado ante la Justicia-, asistiendo<br />
luego al Encuentro Internacional realizado en Caracas y poco más<br />
tarde, en abril de 1999, presentando un informe ante el Tribunal Internacional<br />
de la Deuda, reunido en Río de Janeiro.<br />
Mientras, el juicio continúa sustanciándose -lleva ya diecisiete años<br />
desde su iniciación- y acumula más de 30 cuerpos y 500 anexos. Las pericias<br />
han acreditado el carácter fraudulento de la <strong>deuda</strong> y los graves daños ocasionados<br />
al país. Su carácter delictuoso resulta evidente, llegándose al extremo<br />
de que el Banco Central reconoce carecer de registraciones sobre la<br />
<strong>deuda</strong> y para "la administración de la misma" se constituye un comité de siete<br />
bancos acreedores liderados por el Citibank, "comité que será quien determine<br />
cuánto debe el país, a quién y cuándo debe pagar".<br />
Cercanas las elecciones del 24 de octubre de 1999, Alejandro envía sen-<br />
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das cartas abiertas a los dos candidatos a presidente -Eduardo Duhalde y<br />
Fernando de la Rúa- exhortándolos a oír el reclamo popular y "no pagar lo<br />
que no se debe, ni lo que es ilegítimo y a demandar la devolución de los pagos<br />
mal habidos, exigiendo reparaciones por los daños causados". A Duhalde<br />
le imputa complicidad, desde la función pública, "al someterse a la trampa<br />
de los delincuentes internacionales". A De la Rúa le refuta su compromiso de<br />
"honrar la <strong>deuda</strong>" y lo alerta especialmente sobre la posible designación -en<br />
el caso de triunfar- de José Luis Machinea como ministro de Economía, así<br />
como el posible nombramiento de Daniel Marx para negociar la <strong>deuda</strong>, sosteniendo<br />
que ambos ya se han desempeñado en gobiernos anteriores y no<br />
constituyen garantía alguna de desempeño en defensa de los intereses nacionales.<br />
La carta a De la Rúa termina proféticamente: "Y no olvide aquella<br />
sentencia del Presidente Sarney, del Brasil, cuando advirtió: Deuda que se<br />
cancela con la miseria, ¡se paga con la democracia!".<br />
En esos días de noviembre o diciembre de 1999, me encontré con él por<br />
última vez. A los setenta y cinco años -no obstante la grave enfermedad que<br />
ya lo aquejaba-, Alejandro Olmos mantenía plenamente sus ímpetus de luchador,<br />
así como sus proyectos. Me explicó que estaba dispuesto a remover<br />
cielo y tierra para lanzar nuevamente Palabra Argentina, pero ahora como<br />
diario. Era imprescindible -me dijo- estar todos los días junto al pueblo revelando<br />
verdades, acompañando sus experiencias... Por supuesto, le prometí<br />
mi colaboración, pero cuando le aduje que para aparecer diariamente se<br />
necesitaría una fuerte financiación, que estimaba muy difícil de lograr, hizo<br />
un gesto de contrariedad, como negándose a aceptar los obstáculos que imponía<br />
la realidad: -Pero ¡cómo se le ocurre que no vamos a conseguir el apoyo<br />
financiero necesario! Pero sí, esté seguro, que lo vamos a hacer... Y agregó,<br />
convencido: -Lo vamos a hacer porque es imprescindible hacerlo, ya<br />
mismo, pronto... En eso quedamos y cuando nos despedíamos, me comentó<br />
con suma ansiedad: -Me informaron en el juzgado que la sentencia está por<br />
salir. Y reconoce todas mis denuncias, ¿qué le parece<br />
Contó las moneditas para el colectivo -él, que hacía dos décadas que había<br />
entregado su vida a contar cómo engrosaba la <strong>deuda</strong> <strong>externa</strong> en miles de<br />
millones de dólares-, y se perdió entre el ir y venir de sus compatriotas, en<br />
el atardecer de la Plaza de los dos Congresos.<br />
En ese verano del 2000 -apesadumbrado por la muerte de uno de sus<br />
hijos-, Alejandro da su última batalla, esta vez contra el cáncer. En la noche<br />
del 24 de abril, un amigo me informó que había fallecido.<br />
La sentencia del juicio de la Deuda fue dada a conocer recién 80 días<br />
más tarde: el 13 de julio. Si bien los imputados quedaban sobreseídos por el<br />
transcurso del tiempo, la justicia reconocía como correctas las denuncias de<br />
Alejandro y dada la gravedad del asunto transfería el expediente -después<br />
de 18 años- al Congreso Nacional para que se informara y adoptara las medidas<br />
correspondientes.<br />
Algunos amigos lamentaron que Alejandro no hubiese vivido un tiempo<br />
más para gratificarse al conocer esa sentencia que venía a dar razón a su<br />
larga y porfiada lucha. Seguramente le hubiese gustado leer detenidamente<br />
ese documento -como siempre, a microscopio, detectándole concesiones y su-<br />
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