Enero - LiahonaSud
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George había trabajado duramente<br />
aquel primer invierno helado,<br />
vendiendo de puerta en puerta<br />
las pocas agujas herrumbradas<br />
que le quedaban, pregonando las<br />
cualidades del jabón de potasa, la<br />
cera de abejas, las flores de manzanilla<br />
y otros artículos similares<br />
de producción casera, hasta que<br />
finalmente se había convertido en<br />
un prominente mercader, posición<br />
a la cual había aspirado por largo<br />
tiempo. Entonces recibió el llamamiento.<br />
Un llamamiento del Profeta<br />
para cumplir una misión. Esta no lo<br />
llevaría a Escocia, ni a las islas del<br />
Pacífico, donde tantos de los hermanos<br />
habían servido dignamente;<br />
tampoco era para predicar el evangelio<br />
a los lamanitas ni para trabajar<br />
en Canadá, donde los conversos<br />
a la Iglesia se contaban por cientos.<br />
No; el llamamiento de George era<br />
para juntar trapos. Trapos, sí señor.<br />
Esto se convirtió en el hazmerreír<br />
del pueblo. Todos hacían algún<br />
comentario sobre su llamamiento,<br />
y hasta los más caritativos hablaban<br />
de él como de la "vocación<br />
más baja que podía tener un hombre".<br />
El mismo escribió al respecto:<br />
"La misión fue un severo golpe<br />
a mi orgullo nativo. . .. Después de<br />
ser conocido por años en la comunidad<br />
como mercader y rematador<br />
... que me vieran recorrer las calles<br />
con una canasta en un brazo y una<br />
bolsa vacía en el otro, yendo de<br />
puerta en puerta y pidiendo trapos<br />
en cada casa. ¡Qué cambio en el<br />
aspecto de los negocios!... Cuando<br />
el presidente Young me hizo la<br />
proposición, la humillante perspectiva<br />
me dejó pasmado."<br />
Aquel llamamiento tan degradante,<br />
pero llamamiento al fin,<br />
y sobre todo, la forma en que respondió<br />
al Presidente de la Iglesia,<br />
reflejaban en gran manera el ambiente<br />
en que había crecido y su<br />
conversión al evangelio.<br />
Treinta años antes George había<br />
sido un prominente comerciante en<br />
Leicester, Inglaterra. Pero la vida<br />
había cambiado completamente<br />
para él, su esposa Elizabeth y sus<br />
ocho hij os, después de haberse<br />
convertido a la Iglesia. El entusiasmo<br />
de George por su nueva<br />
religión era tal, que todos los miércoles<br />
cuando ocupaba su puesto<br />
en el mercado, en lugar de vender<br />
artículos por libras y chelines como<br />
los otros mercaderes, se dedicaba<br />
a predicar el evangelio. Por lo tanto,<br />
todos sus clientes fueron dejándolo<br />
y a los ocho meses de haberse<br />
convertido estaba en bancarrota,