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—Sólo…‖sólo‖quédate‖quieta durante un minuto.<br />
Arrugué la nariz, concentrándome en recuperar el aliento. Esta materia<br />
sexual era difícil. Además, quería memorizar cada momento de esta perfecta<br />
experiencia. No quería olvidar nada.<br />
Equilibró mi espalda contra la pared de la ducha y se empujó<br />
plenamente en mí. Un sonido de asombro salió de mi boca. Más bien se parecía<br />
a‖“argh”.<br />
—Tranquila —murmuró—. ¿Estás bien?<br />
Me sentí muy llena. Estirada. Y puede ser que me haya sentido bien. Era<br />
difícil de decir. Necesitaba que hiciera algo para que pudiera averiguar a donde<br />
me llevaba esta nueva sensación. —¿Ahora vas a moverte?<br />
—Si estás bien.<br />
—Estoy bien.<br />
Se movió entonces, viendo mi rostro todo el tiempo. El deslizamiento<br />
encendió un encantador fuego en mí, pero el nuevo empuje llamó mi atención<br />
inmediata. Guau. Bueno o malo, todavía no podía decidirlo. Necesitaba más. Él<br />
me lo dio, su pelvis se desplazó en mi contra, manteniendo el calor y<br />
aumentando la tensión. Mi sangre se sintió caliente, recorriéndome, ardiendo<br />
bajo mi piel. Encajó mi boca en la suya, con ganas de más. Queriendo todo. La<br />
humedad de su boca y la habilidad de su lengua. Todo él. Nadie besaba como<br />
David. Como si besarme le ganara a respirar, comer, dormir o cualquier otra<br />
cosa que pudiera haber planeado hacer con el resto de su vida.<br />
148<br />
Mi espalda chocó contra la pared de vidrio y nuestros dientes chocaron<br />
entre sí. Él rompió el beso con una mirada cautelosa, pero nunca dejó de<br />
moverse. Más fuerte, más rápido, se mecía en mí. Se ponía cada vez mejor.<br />
Teníamos que hacer esto todo el tiempo. Constantemente. Nada más importaba<br />
cuando era así entre nosotros. Cada preocupación desapareció.<br />
Era tan condenadamente bueno. Él era todo lo que necesitaba.<br />
Luego golpeó algún lugar dentro de mí y todo mi cuerpo se paralizó, los<br />
nervios hormiguearon y se alborotaron. Mis músculos lo apretaron firmemente<br />
y empujó profundamente varias veces en un ritmo rápido. El mundo<br />
desapareció o yo cerré los ojos. La presión dentro de mí se rompió en mil<br />
pedazos increíbles. Siguió y siguió. Mi mente dejó la estratosfera, estaba segura<br />
de ello. Todo brillaba. Si eso se sintió parecido para David, no sé cómo se<br />
mantuvo en pie. Pero lo hizo. Se mantuvo fuerte y conmigo agarrada<br />
firmemente contra él como si nunca fuera a dejarme ir.<br />
Finalmente, alrededor de una década más tarde, me dejó. Sus manos<br />
revoloteaban por mi cintura, por si acaso. Una vez que mis extremidades<br />
resultaron dignas de confianza, me volvió hacia el agua. Con una mano suave,