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Inclinó su cabeza y me besó, sus labios firmes y tan buenos. Mis ojos se<br />
cerraron y mi boca se abrió. Su sabor me dominó. La menta de su pasta de<br />
dientes y el deslizamiento de su lengua contra la mía. Todo pasó perfecto. Me<br />
recostó contra las escaleras. La nueva contusión en la parte trasera de mi cabeza<br />
palpitó en protesta cuando lo golpeé una vez más. Me estremecí pero no me<br />
detuve. David ahuecó la parte posterior de mi cráneo, protegiéndolo.<br />
El peso de su cuerpo me mantuvo en su lugar, no es que yo estuviera<br />
tratando de escapar. El borde de los escalones presionó mi espalda y no podía<br />
importar menos. Me habría encantado permanecer ahí por horas con él encima<br />
de mí, el cálido aroma de su piel me drogaba. Sus caderas mantuvieron mis<br />
piernas ampliamente abiertas. Si no fuera por mis vaqueros y su toalla, las cosas<br />
se volverían interesantes rápido. Dios, odiaba el algodón en ese momento.<br />
No rompimos el beso ni una vez. Mis piernas se envolvieron alrededor<br />
de sus caderas y mis manos se curvaron alrededor de sus hombros. Nada se<br />
había sentido tan bien. Mi dolor por él aumentó y se encendió, extendiéndose a<br />
través de mi cuerpo. Mis piernas se tensaron a su alrededor, los músculos<br />
ardiendo. No podía acercarme lo suficiente. Hablando de frustración. Su boca<br />
se movió sobre mi mandíbula y bajó a mi cuello, iluminándome desde dentro.<br />
Mordió y lamió, encontrando puntos sensibles debajo de mi oreja y en el hueco<br />
de mi cuello. Lugares que no sabía que tenía. El hombre tenía magia. Él sabía<br />
cosas que yo no. Donde había aprendido sus trucos no importaba. No en este<br />
momento.<br />
87<br />
—Arriba —dijo con voz áspera. Lentamente se puso de pie, una mano<br />
debajo de mi culo y la otra todavía protegiendo mi cráneo.<br />
—David. —Perturbada apreté mi agarre en su espalda.<br />
—Oye. —Se echó hacia atrás lo suficiente para mirarme a los ojos. Sus<br />
pupilas eran enormes, casi tragando todo el iris azul cielo—. No voy a dejarte.<br />
Eso nunca va a suceder.<br />
Tomé una respiración profunda. —Bien.<br />
—¿Confías en mí?<br />
—Sí.<br />
—Bien. —Sus manos se deslizaron por su espalda—. Ahora pon tus<br />
brazos a mí alrededor.<br />
Lo hice, y mi equilibrio se sintió mejor. Ambas manos de David se<br />
apoderaron de mi trasero y trabé mis pies a su espalda, sujetándome con fuerza.<br />
Su rostro no mostró signos de dolor o fractura inminente en la parte posterior.<br />
Tal vez era lo suficientemente fuerte para cargarme a todos lados después de<br />
todo.<br />
—Así es. —Sonrió y besó mi barbilla—. ¿Todo bien?