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—Supongo que sí.<br />
—Lo sé. La gente está metiendo la pata constantemente. Es algo glorioso.<br />
—Se sentó con las manos detrás de la cabeza—. Vamos, sonríe para el tío Mal.<br />
Sabes que quieres.<br />
Le sonreí a medias.<br />
—Esa es una sonrisa de mierda y me avergüenzas. No engañarás a nadie<br />
con eso. Inténtalo de nuevo.<br />
Me esforcé, sonriendo hasta que mis mejillas dolieron.<br />
—¡Demonios! Ahora luces como si estuvieras sufriendo.<br />
Un golpe en la puerta interrumpió nuestra alegría.<br />
Mal levantó sus cejas hacia mí. —Me preguntaba cuánto tiempo le<br />
tomaría.<br />
—¿Qué? —Lo seguí hasta la puerta principal, quedándome unos pasos<br />
detrás de él por si acaso era más prensa.<br />
Abrió la puerta y David entró, con el rostro malhumorado y furioso. —<br />
Pedazo de mierda. Será mejor que no la hayas tocado. ¿Dónde está ella?<br />
—La pequeña novia está ocupada en otra parte. —Mal ladeó la cabeza,<br />
dándole a David una mirada fresca—. ¿Por qué diablos te importa?<br />
—No empieces conmigo. ¿Dónde está?<br />
En silencio, Mal cerró la puerta, enfrentando a su amigo. Dudé,<br />
aguardando atrás. Muy bien, así que me escondía de una manera cobarde.<br />
Como sea.<br />
Mal se cruzó de brazos. —La dejaste enfrentarse a Adrian y tres<br />
abogados sola. Tú, mi amigo, eres sin duda el pedazo de mierda en este<br />
particular escenario.<br />
—No sabía que Adrian haría todo eso.<br />
—No querías saberlo —dijo Mal—. Miéntele a todos los demás por ahí,<br />
Dave. No a mí. Y seguro como el infierno no a ti.<br />
—Retrocede.<br />
—Necesitas algún serio consejo de la vida, amigo.<br />
—¿Quién eres? ¿Oprah?<br />
Tosiendo una carcajada, Mal se recostó contra la pared. —Diablos, sí.<br />
Pronto estaré regalando autos, así que quédate por ahí.<br />
—¿Qué te dijo?<br />
—¿Quién? ¿Oprah?<br />
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