Elote(lado b)Elote clasificado de Ortega plasma perfectamente, en una imagen, elimpulso burócrata mexicano, ese sempiterno pasatiempo nacionalde ser y sufrir burocráticamente. El acierto de la obra se basa en lafigura misma del elote: al ser elemento y totalidad a la vez, evoca lanaturaleza primaria del archivo, deidad suprema de la burocracia.En el elote observamos un objeto singular, pero también los elementosque lo contienen: los granos. El elote es al archivo lo quelos granos son a los documentos. Vemos el archivo total, como contenedor:el olote, y también vemos sus unidades, cada caja, folder,foja: los granos. Unidad y pluralidad se sobreponen en un mismoespacio; de manera idéntica un archivo se compone de totalidad yde elementos individuales y singulares que se contienen en ésta.El espacio de paradoja individual-colectiva es construidointerminablemente por la entidad burocrática acumuladora. En elaparentemente absurdo acto de enumerar la singularidad perdidade los granos, Ortega no sólo reivindica al documento individual,sino que, al hacerlo, evoca los elementos básicos que com ponena la burocracia: la máquina de escribir, la tecla apretada que50
Ausencia compartida51graba un fragmento de nombre, el cardex, la ficha, el archivero, lacarpeta azul pastel, verde ejote, que no elote, aunque el color manila(que para los que, como yo, se lo preguntaban, se llama así porquelos productos de este color se producen de abaca, una planta nativade las Filipinas, cuya capital es Manila) se parece bastante al elote.El elote constituye el símbolo más primario de la base alimenticiade nuestra frágil nación. Es quizás el objeto que por mástiempo nos ha acompañado culturalmente, tanto que ha evolucionadoal lado de nosotros. Lo hemos modificado desde sus orígenes,transformándolo desde sus minúsculos inicios como un simplepasto llamado teocintle, hasta convertirlo en un gigante deformadosin el cual parece que no podemos vivir y al cual, incluso, le hemosido agregando colores. La política nacional ha sufrido un procesosimilar. La burocracia también.En honor a Darwin me atrevo a confirmar que también en laburocracia el individuo mejor adaptado es el que sobrevive, y en elcaso de la sociedad moderna mexicana, esta competencia natural seplasma en la capacidad o el fracaso para lidiar con la autoridad enturno. Siempre temida, odiada, vilipendiada, pero inevitablementenecesaria, la burocracia es algo ineludible en la existencia mexicana.Parece como si nuestro orden genético se basara en una dualidadfundamental que divide a la población en a) aquellos que padecende un frenesí inagotable por querer acumular datos, trámites y subsecuenteevidencia en papel, y b) aquellos que padecen las colas,refutaciones y exigencias de los primeros.La mitología del tlacuache (que ahí viene con sus cachivaches),del pepenador convertido en rey y del burócrata torturador se conformapor símbolos derivados de la agridulce pasión mexicana porla acumulación y el trámite. En el caso de los burócratas, esta acumulaciónse materializa en la institución del archivo. Ellos no lo saben,por supuesto, pero todo su esfuerzo por obtener el papel exacto, lahuella digital precisa, la firma adecuada, la grapa en la esquina