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Ausencia compartida97tema siempre suscitan reacciones de desagrado. En el imaginariooccidental contemporáneo, la relación con los muertos está restringidaal ámbito de lo forense, de lo periodístico. La fotografía deun difunto con mayor facilidad habita en el Alarma! que en la salade estar. Pero no fue así siempre, y antes de que se desarrollaranuestra fobia contemporánea a los cadáveres, la gente tenía relacionesestrechas con éstos. Antes, cuando un familiar moría, eracomún que miembros de la familia tocaran al cadáver, lo bañaran,vis tieran, velaran, lloraran sobre él, guardaran fragmentos de sucuerpo, como recortes de cabello por ejemplo, e incluso era comúnenterrar a nuestros muertos en el patio del hogar. Pero conformese profesionalizó el oficio de la muerte y fue correspondiendo aotros el manejo de los cadáveres, nos fuimos desacostumbrandoa su presencia.Durante su apogeo a mediados del siglo xix y hasta mediadosdel siglo xx, la fotografía post mórtem era una tarea problemática,pero provechosa, y por ello fue un negocio próspero. La mayoría delos fotógrafos anunciaban sus servicios en los periódicos locales.En el diario argentino El Nacional se publicaba en 1861 un anunciodel fotógrafo Francisco Rave y su socio, José María Aguilar, querezaba “Se retratan cadáveres a domicilio, a precios acomodados”.La labor de los fotógrafos de difuntos proporcionaba, ante todo, laposibilidad de llorar a la foto, no al muerto, cuando el muerto yano pudiera estar presente para ser llorado.

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