dicotomía está atemperada en el imaginario colectivo por lacreencia, propia de la democracia representativa, de que laminoría gobierna “democráticamente” con la aprobación <strong>del</strong>a muchedumbre 3 . El pensamiento político estrecho, pusilánime,se convierte en “realista” al asignar a lo posible los límitesde lo existente, y el cambio que tenemos derecho a desear quedaconfinado al interior de la institución establecida de lo socialhistórico. He aquí los límites insuperables de la políticaliberal.Estamos muy lejos <strong>del</strong> soplo potente <strong>del</strong> pensamiento críticoque toma impulso en los siglos XVI y XVII, allí mismo dondeecha sus raíces lo que denominamos liberalismo político, o radicalismo.Ese radicalismo plebeyo de los hombres sediciosos,de los pobres y de los “niveladores”, esa voluntad de cambioprofundo de la sociedad jerárquica, ese movimiento rebeldemil veces amortajado en el orden impuesto de los curas y de lospoderosos, esa fuerza que decuplica el impulso <strong>del</strong> pensamientocuando brota de la acción colectiva, ese “radicalismo”, loconstato, abandonó irremediablemente la doctrina de contornosmal definidos que hoy es considerada como la renovación,en Europa y en América <strong>del</strong> Norte, <strong>del</strong> pensamiento liberal.Tocadas por la atmósfera pesada de un clima intelectualcada vez más reaccionario, las convicciones se debilitan o seadaptan. La filosofía política, olvidadiza como la memoria <strong>del</strong>os filósofos e historiadores, abandona las cumbres de sus conquistasduras y difíciles y retorna a la playa de las certezasprotegidas por la autoridad de los siglos pasados.Algunos ejemplos desgraciados de este declinar se deslizandesde las publicaciones bien pensantes hacia la prensa contestataria,hasta insinuarse en los escritos de ciertos historiadoreso publicistas que se proclaman anarquistas 4 . Esos deslices seránmotivo y pretexto de las líneas que siguen.Amantes apasionados de la libertad, creímos haberexplicitado bien de qué libertad hablábamos, y qué libertadqueríamos. He aquí que ahora se nos explica, siguiendo aBenjamin Constant, que hay dos tipos o dos mo<strong>del</strong>os de libertad:la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos, lalibertad de los griegos y la libertad liberal. La primera es “democrática”pero engañosa, ella engendra el despotismo; la otra,16 / EDUARDO COLOMBO
“es siempre garantía de libertad” 5 , y brinda “la satisfacciónapacible de la independencia privada.” 6 .Sin embargo, se nos dice, esos dos mo<strong>del</strong>os obtuvieron susíntesis en los regímenes liberal-democráticos (más liberales quedemocráticos, si entendí bien), que son el marco <strong>del</strong> desarrollocapitalista, o a la inversa. Coexistencia o connivencia entre “libertadliberal” y mercado capitalista que parece ser altamentesignificativa, al punto de suponer que la libertad de que gozamosestá orgánicamente ligada con el capitalismo. Señalo queeste régimen se llama también “democracia representativa oparlamentaria”.Cuando Benjamin Constant expone sus ideas, en un discursoconocido con el título De la liberté des anciens comparée àcelle des modernes (1819), guarda el designio de dar un límiteaceptable a las ideas revolucionarias y de domesticar la fuerzaexpansiva de la Revolución, haciéndola entrar en el lecho apaciblede las “reformas necesarias”.No obstante eso, la Gran Revolución había depositado lasoberanía en manos <strong>del</strong> <strong>pueblo</strong>, y el proceso parecía irreversible,incluso bajo la monarquía restaurada que se ve constreñidaa conceder la Carta que restringía la arbitrariedad real 7 . Eranecesario, entonces, para los liberales, permanecer en los límitesde lo establecido y controlar la extensión de la soberaníapopular, sin perderla totalmente (en apariencia), institucionalizándolacomo régimen representativo. La crítica de Constantapunta, en el fondo, a la democracia directa, inadecuada a lasnecesidades <strong>del</strong> hombre moderno, ocupado como está en desarrollarsus intereses individuales. De allí la necesidad <strong>del</strong> sistemarepresentativo 8 .Dicho con las palabras de Benjamin Constant: “La finalidadde los antiguos era la partición <strong>del</strong> poder social entre todoslos ciudadanos de una misma patria. Era eso lo que llamabanlibertad. El objetivo de los modernos es la seguridad en losdisfrutes privados, y llaman libertad a las garantías acordadaspor las instituciones a esos disfrutes 9 ”. La traducción para nuestraépoca 10 , es, parece, la siguiente: “La libertad de los modernoses la libertad liberal; la libertad de los antiguos es la libertaddemocrática. La primera es libertad para, la segunda eslibertad de” 11 . Así, la democracia antigua hacía derivar la li-LA VOLUNTAD DEL PUEBLO / 17
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Glencoe, 1957. [Edición en españo