la continuidad social y cultural, no debemos olvidar que estacontinuidad se debe reinventar para cada individuo, para cadageneración; que siempre hubo rebeldes y refractarios, y que elpoder no abandona a la inercia de lo que existe la transmisiónde sus valores autoritarios y jerárquicos. Para mantener y transmitirun sistema de valores centrados en el poder político, losque mandan deben tomarse el trabajo de estar en constantealerta...“Hay que golpear, aporrear, encarcelar, enviar a los campos,adular, comprar; hay que fabricar héroes, hacer leer losdiarios, elevar paredones de ejecución, e incluso, también enseñarsociología. Hablar de inercia cultural es olvidar los interesesy los privilegios que sirven directamente al adoctrinamiento, ala educación y al complejo proceso de la transmisión cultural. 4 ”El poder se transmite, evoluciona, cambia, se acrecienta.La historia conoció las chefferies, la polis griega, los imperios,los reinos, el Estado-nación. ¿Pero de dónde proviene el poderpolítico?Cuando Maquiavelo se refiere a los comienzos de las ciudades,no duda de que las leyes, los príncipes, los guerreros, loslegisladores, ya estaban ahí. Es el azar, según él, el que “dioorigen a todas las especies de gobierno que hay entre los hombres”.Y para prevenir los males de la tiranía, o <strong>del</strong>degeneramiento <strong>del</strong> gobierno de los mejores que se transformarápidamente en opresión, o incluso de la pura licencia que corrompeel gobierno popular, “los hombres tomaron la determinaciónde hacer leyes y ordenar castigos para aquel que lascontrariara. Ése fue el origen de la justicia 5 ”.Desde los viejos tiempos, las representaciones políticas <strong>del</strong>poder fueron siempre sagradas. Ni la polis griega ni la civitasromana separaron como dominios distintos la religión y lapolítica. Durante la Alta Edad Media, se codeaban dos concepcioneslegitimantes <strong>del</strong> poder: una legitimación que viene“de abajo”, que apela a la base, a la voluntad popular, es asícomo las tribus germánicas elegían un jefe militar o un rey. Porel contrario, la teoría teocrática de la Iglesia Romana hacíaderivar todo poder “de arriba”, según una escala jerárquica enla cual el poder descendía de Dios (pantokrator) pasando porel papa (monarca) y ramificándose en cada escalón inferior,44 / EDUARDO COLOMBO
hasta llegar a la gente <strong>del</strong> <strong>pueblo</strong> (los súbditos: sometidos, sujetos)a los que no les queda más que el poder de obedecer.En la elaboración de las teorías políticas necesarias para lajustificación <strong>del</strong> poder establecido y en consecuencia destinadasa asegurar su reproducción simbólica, las ficciones jurídicasjugaron un rol de primer plano. Así, para ayudar a la implantación<strong>del</strong> absolutismo real <strong>del</strong> período Tudor y de los añossiguientes (siglos XVI y XVII), la antigua idea de la doble naturalezade Cristo, humana y divina, fue resucitada por los juristasingleses en la doctrina de los dos cuerpos <strong>del</strong> rey: el cuerpopolítico y el cuerpo natural, amalgamados en la misma persona.El cuerpo natural <strong>del</strong> rey está sujeto a la pasión y a la muertecomo el cuerpo de todos los hombres, “pero su cuerpo políticoes un cuerpo que no puede ser visto ni tocado, y que consisteen una sociedad política y en un gobierno (...); (está) absolutamentedesprovisto de Infancia, de Vejez, y de todas lasdemás debilidades y defectos naturales (...) por esta razón, loque constituye al rey en su cuerpo político no puede ser invalidadoo anulado por una incapacidad cualquiera de su cuerponatural 6 ”.Esta “maravillosa demostración de absurdo metafísico” esuna invención política “que continúa probablemente sin parangónen el pensamiento secular”, como nos dice el mismoKantorowicz. Pero las más racionales teorías <strong>del</strong> Estado tomancomo punto de partida una convención, un pacto o contratosocial, abstracto y jamás producido, creador de la sociedadcivil, ese cuerpo político artificial. El acuerdo entre los hombres,escribe Hobbes (1588-1679), “al provenir solamente deconvenciones, es artificial. No es extraño, por consiguiente,que haga falta otra cosa, encima de la convención, para hacerel acuerdo constante y durable; esa otra cosa es un poder comúnque los mantenga a raya y dirija sus acciones en vistas albeneficio común”.Y continúa: “La única manera de erigir semejante podercomún (...), es conferir todo su poder y su fuerza a un solohombre, o a una sola asamblea, que pueda reducir todas lasvoluntades, por la regla de la mayoría, a una sola voluntad”.Con el pacto se crea una unidad abstracta, un individuo deorden superior, un cuerpo político que incluye la pluralidad deLA VOLUNTAD DEL PUEBLO / 45
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Glencoe, 1957. [Edición en españo