guna <strong>del</strong>egación de su autoridad que pudiera ser hecha por losciudadanos para crear un soberano.“Por el contrario, Buchanan dice claramente que, cuandoel <strong>pueblo</strong> instaura un soberano, lo hace por medio de un contratodirecto, sin intermediarios, en el que uno de los signatarioses el futuro soberano y el otro ‘el cuerpo entero <strong>del</strong><strong>pueblo</strong>’”.De este modo, y como es el <strong>pueblo</strong> el que produce a susgobernantes, de ello se sigue que puede revocarlos cuando quiera,porque, piensa Buchanan, “cualesquiera sean los derechosque el <strong>pueblo</strong> confirió a alguien, siempre le es posible rescindirlos12 ”. A partir de allí suscribe a la conclusión –casi anarquista,cree poder decir Quentin Skinner– de que un individuo“incluso de lo más bajo <strong>del</strong> <strong>pueblo</strong>”, tiene derecho al regicidio,o al tiranicidio, sin que ningún proceso legal sea iniciadocontra él.Sin embargo, e incluso si el poder absoluto no se reconocea los gobernantes, el Estado, racional y encuadrado por laconstitución y las leyes (sus propias leyes), recubre la realidad<strong>del</strong> poder político que es, de hecho, siempre soberano, esdecir, absoluto por principio. Hobbes, en su teorización, abogapor ese poder soberano que no reconoce límites. Cuando“el derecho privado (individual) de espada es suprimido”, eltipo de autoridad que se concede al mando de la asamblea o ala persona que detenta el poder público es aquella que llamamosabsoluta. “Porque aquel que sometió su voluntad a lavoluntad <strong>del</strong> Estado (...) le dió el mayor ascendiente que seaposible dar 13 ”.Esta pretensión se encuentra en el corazón <strong>del</strong> poder y, enconsecuencia, permanece oculta en sus formas institucionalesmodernas, en el Estado de derecho. Todo poder político entanto que se considera soberano es, fue, será, absoluto (comoHobbes pensaba que debía serlo), incluso si esto está explícitamentenegado por la legitimidad que lo funda. Así, el poderpolítico se separa de la sociedad civil y se constituye como principiometafísico que preside toda organización jerárquica de losocial. La relación de dominación-sumisión se institucionalizay el deber de obediencia se convierte en la obligación políticauniversal consustancial a la autoridad <strong>del</strong> Estado.48 / EDUARDO COLOMBO
Desde ese punto de vista, el poder político transmutado enprincipio de Estado es el mismo, se trate de una democracia ode una monarquía de derecho divino. En una democracia representativa,la soberanía teórica pertenece al <strong>pueblo</strong>, pero nopuede más que <strong>del</strong>egarla al Estado; el poder político real esdetentado por la elite de la clase dominante.Tres nociones inherentes al ejercicio <strong>del</strong> poder lo muestranbien: el “caso excepcional”, el “golpe de Estado” y la “razónde Estado”.Hay que comprender que la racionalidad <strong>del</strong> Estado modernoes doble: detrás de las normas éticas y jurídicas de laacción pública de los Estados persiste, inamovible, otra racionalidadpolítica que exige la defensa y la perpetuación <strong>del</strong> poderen tanto tal entre las manos de aquellos que lo ejercen yque esgrimen la espada.Los casos de excepción, como la suspensión de las garantíasconstitucionales o el estado de sitio, son los signos de lasuperioridad que la existencia misma <strong>del</strong> Estado conserva porencima de la norma jurídica.“En el caso de excepción, el Estado suspende el derecho envirtud de un derecho de autoconservación (...) (él) revela con lamayor claridad la esencia de la autoridad <strong>del</strong> Estado” 14 .La situación extrema pondrá al desnudo la dimensión inconfesablede lo político, como pensaba Gabriel Naudé. Es enese momento cuando el golpe de Estado se prepara en la sombra<strong>del</strong> secreto. Definidos por Naudé como una acción <strong>del</strong> príncipeo <strong>del</strong> Estado, cuando está constreñido a “actuar en asuntosdifíciles y de resolución desesperada, contra el derecho común,sin conservar incluso ningún orden ni forma de justicia”,los golpes de Estado ocultan las razones que los hacen nacer yel principio de su justificación reside, a posteriori, en el éxito 15 .El golpe de Estado oculta sus razones y, sin quererlo, muestrala realidad <strong>del</strong> poder como usurpación. Louis Marin, alanalizar la teoría de los golpes de Estado de Naudé, pensabaque todo “golpe” constituye una especie de reactualización <strong>del</strong>origen <strong>del</strong> Estado, de la “violencia originaria de su fundación,de su fundamento de fuerza. (...) El golpe de Estado revela, enel instante mismo de su manifestación, el fundamento <strong>del</strong> poder;es el apocalipsis de su origen 16 ”.LA VOLUNTAD DEL PUEBLO / 49
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