mados democráticos (democracia representativa), está a lamedida de los intereses que el Estado protege. Bien sabemosque estos regímenes –y no creo que Berti pueda negarlo–, sonen realidad oligarquías de participación limitada, que es la elitede una clase político-financiera la que decide en el mundo,minoría que vive en la opulencia, que explota la fuerza de trabajode la mayoría, que impone la miseria o la hambruna apoblaciones enteras, que destruye a otras en la guerra. En elmarco de lo existente, en el interior de estos sistemas liberaldemocráticos,las libertades que podemos conquistar estaránsiempre limitadas a los intereses de la minoría que gobierna,libertades que no pondrán en peligro su derecho a dominar, ymenos todavía la realidad de su poder. Es sorprendente quealguien que conoce las ideas anarquistas pueda escribir algoacerca de la libertad sin decir una palabra sobre la “cuestiónsocial”. Si el liberal no se plantea el problema de la soberanía,es que no se plantea el problema <strong>del</strong> derecho de la minoría adominar; entonces, pues, si el liberal no discute la ficción de lasoberanía en el <strong>pueblo</strong> y la realidad <strong>del</strong> poder entre las manosde una elite, si no se plantea el problema “<strong>del</strong> fondamento” 32 ,es porque lo da por adquirido de una vez y para siempre. Decirque la pregunta fundamental de saber si hay o no un derecho amandar, o si la dominación es legítima, todas cosas inmanentesa la institucionalización de lo social, denota un pensamiento“teológico” –es decir, trascendente, exterior al mundo,fundamentalista– es en el mejor de los casos un argumentodemagógico. Hay, quizás, anarquistas románticos que son cretinos,pero lo que es seguro es que hay historiadores no románticosque escriben sandeces.Un anarquista que se contenta con la limitación de los poderesy que abandona la idea de la abolición <strong>del</strong> Estado y de lapropiedad privada, un anarquista que acepta la libertad de disfrutarsus bienes y de su pequeña felicidad privada, si tiene unavida holgada en un país rico, un anarquista, digo, que aceptalos límites que le impone el sistema establecido, no es un anarquistasino un liberal. Y no habrá “conciencia esquizofrénica”que pueda salvarlo.Nosotros los anarquistas no tenemos, según parece, “unaciencia de la política”, lo que es seguramente verdadero si di-26 / EDUARDO COLOMBO
cha ciencia es definida como un “discurso racional acerca de loque es ‘menos peor’” (discurso <strong>del</strong> realismo político), y su funciónes ocuparse de la gestión de las relaciones de fuerza alinterior <strong>del</strong> sistema establecido. Tenemos en su lugar una teoríade la revolución 33 . Esto no resuelve –lo sé bien– el enormeproblema de los medios de acuerdo con los fines a utilizar enun momento histórico en el que las relaciones de fuerza nosson desfavorables, lo que es la norma, excepto en los períodosrevolucionarios.El llamado a la ciencia en lugar de la apelación al <strong>pueblo</strong>despierta, como en eco, esas viejas páginas de Bakunin sobrelos endormeurs 34 , niños mimados de la burguesía, intelligentsiapatentada, decía él, “que se dedican exclusivamente al estudiode los grandes problemas de la filosofía, de la ciencia social ypolítica”, y que elaboran teorías que”no tienen en el fondootro fin que demostrar la incapacidad definitiva de las masasobreras 35 ”.El sujeto de la acción social es, con toda evidencia, lo existente,y lo existente es múltiple, viviente, está atravesado porinnumerables conflictos. Es el <strong>pueblo</strong>. Y el <strong>pueblo</strong>, sujeto alpríncipe, bajo las lentes de la policía, siempre en lucha por sobrevivir,contiene en su seno la miríada de hombres y mujeresque, buscando lo imposible, construyen la libertad humana. Esel <strong>pueblo</strong> soberano el que hizo las revoluciones, y no veo porqué no habría de seguir haciéndolas.París, mayo de 2003NOTAS1Véase Hannah Arendt, La crise de la culture. Prefacio “La brêche entre lepassé et le futur”. París, Gallimard (folio), 1972. [Edición en español: Lacrisis de la cultura, Buenos Aires, Prometeo Libros, 2002]2“La gestione dei rapporti di forza all’interno di un determinato assettocivile”. En italiano en el original (N. de la T.).3He aquí la definición que da <strong>del</strong> régimen democrático un enemigo reconocidode la democracia: “es en realidad el gobierno de la elite (aristokratia)con la aprobación de la muchedumbre” (Platón, Menéxenes, 238c7-239d2).Véase en este mismo volumen: La voluntad escamoteada.LA VOLUNTAD DEL PUEBLO / 27
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Glencoe, 1957. [Edición en españo