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90 Jorge Hurtadorríamos. El concepto de cultura, por su parte, no sólo es más ambiguo aúnque el de sociedad, con el que en algunas estrategias de investigación se confunde,sino que, además, es un término que suscita fuertes emociones yferoces controversias, no única ni, tal vez, principalmente entre los científicossociales, aunque, como es sabido, Kroeber y Kluckhohn (1963) consignaronya en 1952 más de 160 definiciones del término.Tampoco parece que hayamos ganado precisión y claridad en el últimomedio siglo. En un reciente y, en buena medida, redundante libro, porejemplo, Marvin Harris confesaba con desaliento: «El único ingredientefidedigno que contienen las definiciones antropológicas de las culturas esde tipo negativo: la cultura no es lo que se obtiene estudiando aShakespeare, escuchando música clásica o asistiendo a clase de historiadel arte: Más allá de la negación impera la confusión» (2000: 17). Siendoasí, no es extraño que Harris sugiera sardónicamente que más que unacelebración de su célebre RAT (The Rise of Anthropological Theory),como es conocido por sus seguidores y detractores, se había visto tentadode titular el volumen en el que revisa, desde el materialismo cultural, lasteorías dominantes en las últimas décadas FAT (The Fall ofAnthropological Theory). Y, desde luego, no es necesario seguir a pies juntillassu polémica epistemología para lamentar que, entre las mismas, seabra hueco un inopinado retorno de la teoría racista, bajo la forma del«coeficiente intelectual como destino», y el resurgir de un delirante tribalismoetnomaníaco.En cuanto a la atribulada historia reciente de la sociología, aún se debatesi su incertidumbre y desorientación, desde los años setenta del pasado siglo,es consecuencia de las mutaciones del objeto (visión externalista de sucrisis) o si deriva de una insuficiencia metodológica, consecuencia de ladébil fundamentación epistemológica de la disciplina (visión internalista),como tempranamente estableciera Boudon (1974).No pretendo, sin embargo, aquí y ahora, levantar acta de los desacuerdosque jalonan las crisis paralelas de disciplinas puede que artificialmente separadas,con múltiples superposiciones y sin líneas divisorias claras en cuantolos límites de los objetos de investigación que se difuminaron / ampliarondesde los años sesenta o setenta. ¿Es posible, por el contrario, pese a las controversias,identificar una cultura más o menos común de la sociología/antropología que, a su vez, nos permita afrontar los dilemas actuales de la(s)cultura(s)?Normalmente, el término cultura suele definirse como un conjunto demodos de pensamiento y comportamiento aprendidos, de premisas y prácticascompartidas, no constantemente ni por todos los miembros de unacomunidad, pero sí por la mayoría de los miembros de una comunidad lamayor parte del tiempo, explícita, pero, sobre todo, subconsciente, sublimi-

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