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El malestar en la sociedad, el conflicto de las culturas 91nalmente, lo que asegura su eficacia y que raramente sean objeto de discusiónpública y abierta. De hecho, para que dichas premisas y prácticas seanoperativas deben, probablemente, ser muy simples, incluso banales, de modoque, en la medida en que pretendan ser más sutiles o sofisticadas, menos probableserá que sean compartidas por más gente, que no estén sujetas a cláusulasde excepción y condicionamiento, incluso contradictorias. Todosconocemos, efectivamente, por propia experiencia, las numerosas instruccionesopuestas que acumulan los repertorios culturales vigentes, en pruebaadicional de la excepcional adaptabilidad de la cultura.Creo, pues, que puede sostenerse que tal cultura, un «modo de pensar»como suelo común de ambas disciplinas, existe; que dicha cultura no escompartida por otros científicos sociales, como los historiadores, los politólogoso los economistas; y que, por último, dicho suelo fue construido porlos «clásicos», los «padres fundadores», los «ilustres antecesores», cuyareverencia lamentaba Merton y cuya centralidad ha defendido refinadamenteAlexander (1990). Es curioso, además, que entre los clásicos de la sociología/antropologíasólo Durkheim se considerara sociólogo, aunque todosfueran conscientes de su contribución a la formación de la «ciencia naturalde un mundo innatural», como señalara Therborn.¿Quiénes son, pues, los «clásicos» de la sociología/antropología y cuálesson sus asunciones compartidas, pese a las interminables querellas que susrespectivos seguidores han enarbolado contra sus frères ennemis? Una listalarga, enciclopédica, como la que es habitual en muchos proyectos docentes,empezaría en Comte y terminaría en Parsons, que fue el primero en intentardefinir un «canon» de la sociología en La estructura de la acción social(1968). Como es sabido, el «canon» de Parsons incluyó a Durkheim, Webery Pareto, pero excluyó a Marx. Pareto, sin embargo, ha acabado siendo másimportante para la cultura económica y, en cambio, Marx cobró una inusitadaimportancia en la formación de la sociología/antropología como disciplinas,de modo que, al menos desde 1945, el trío canónico de la teoría socialmoderna, para decirlo con Giddens, parece configurado por Durkheim, Marxy Weber, tal vez por este orden.No es el momento de rememorar el conjunto de aportaciones del trío ala sociología / antropología, ni, mucho menos, la ocasión para exponer loque «verdaderamente» quisieron decir —como poco, hay dos Durkheim, dosMarx y dos Weber, según muchos de sus comentaristas y exégetas— o paradebatir lo que les separa. Baste con señalar, con Wallerstein, que la culturacompartida de la sociología/antropología, al menos en el momento de sumáximo esplendor, entre 1945-1970, contenía tres simples axiomas/proposiciones,que son tributarios de sus obras.Primero, debemos a Durkheim el establecimiento de la existencia degrupos sociales que poseen estructuras explicables racionalmente, y la cons-

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