VE-28 DICIEMBRE 2016
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Supersticiones<br />
A San Perdido de la Torre se llega a través de carreteras<br />
secundarias.<br />
Quedan atrás aldeas, ermitas y las ruinas de un casi<br />
desaparecido castillo medieval del siglo XIII.<br />
El pueblo te recibe con un paseo colmado de cipreses -trescientos<br />
trece-. Ciento cincuenta y seis a un lado y ciento cincuenta y siete a<br />
otro. Una sola calle, la Mayor y después nada. Sus pocos habitantes,<br />
ciento trece, son supersticiosos de las supersticiones, obstinados<br />
creyentes de la mala suerte y confiados inocentes de buscar la<br />
adversidad.<br />
Cuando se produce un nuevo alumbramiento, el más anciano se<br />
muere a propósito... el censo no se puede alterar. Trece gatos negros<br />
que por alguna ancestral bendición, sus hembras, paren trece gatitos<br />
negros. Las damas pintan de rojo sangre sus labios frente a cristales<br />
rotos en trece pedazos.<br />
Trece segundos, no doce, ni catorce... ¡TRECE! se utilizan para<br />
cruzar la plaza, subir a la torre o llenar los cubos en cualquiera de las<br />
trece fuentes que abocan sus cristalinas aguas en el pueblo.<br />
Hasta las campanadas que se oyen cuando es la una del<br />
mediodía o de la medianoche son trece.<br />
Alfredo Cot (Valencia)<br />
http://alfredo-laplazadeldiamante.blogspot.com.es/<br />
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