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VE-28 DICIEMBRE 2016

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Intruso Morfeo<br />

«No te cueles en mis sueños» le pidió con voz trémula, perdida<br />

aún en su sonrisa cautivadora y aquellos ojos color bellota que<br />

brillaban traviesos como reflejos sobre la superficie de un estanque.<br />

Él no decía nada, nunca decía nada, sólo aparecía frente a ella<br />

perturbando su descanso, agitando su corazón que se desbocaba con<br />

su sola presencia.<br />

«¿No ves que luego me despierto?»<br />

Intentó razonar con él, pero no estaba dispuesto a<br />

negociaciones; se acercó despacio, aún sonriendo, el pelo flotando<br />

alrededor de su cara en mechones ensortijados, y ella quería despertar<br />

y no quería, porque sabía que abrir los ojos no iba a acabar con su<br />

tormento, sino acrecentarlo. Un día lleno de su ausencia y el recuerdo<br />

vívido de su mirada no era algo fácil de soportar.<br />

Se sintió atrapada en sus ojos oscuros, en la barba de dos días<br />

que daba un aspecto aún más rebelde y atractivo a sus bucles<br />

enmarañados. La franqueza de su sonrisa invitaba a confiar; y a algo<br />

más. Le costaba salir del hechizo que emanaba todo él, con su<br />

bufanda de cuadros y su perfecto acento de caballero británico.<br />

Se sintió perdida. Hacía tanto que no venía que casi había<br />

olvidado lo que la hacía sentir; lo vulnerable y pequeña que se volvía<br />

cuando él estaba cerca, y cómo, por otro lado, lograba llenarla de<br />

fuerza, de la sensación de poder con todo excepto escapar de su<br />

reflejo, como una maldición.<br />

«Deja de colarte en mis sueños» repitió, ya sin convicción, sin<br />

autoridad; suplicando en el fondo que no se fuera, que se<br />

materializara a su lado en el momento en que el despertador rompiera<br />

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