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Excodra X: Lo onírico

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Cobraron vida otros sonidos hasta ese momento imperceptibles. El viento silbó y al<br />

desvanecerse cerró una ventana. No tardó en renacer y cerrar puertas, subir con el<br />

ascensor, hacer sonar unos pasos en el pasillo y finalmente ensartar una ranura -clac-<br />

¡la de la puerta de la habitación! Durante una milésima nos miramos sin vernos<br />

cuando el pitido de la tarjeta electrónica abrió la puerta, literalmente experimenté la<br />

misma fuerza que 16 años atrás experimenté en Huanta cuando la dueña del hotelito<br />

aporreaba la puerta del cuarto, esa misma fuerza resucitó para atraerme nuevamente<br />

al suelo, resulta difícil admitir que me escondía por voluntad propia, realmente lo<br />

hacía por algo que, superior a la gravedad, me había succionado.<br />

Gabriela Celakovska, mi aplicada alumna del curso de verano, había venido de<br />

vacaciones a Barcelona hacía unos días, con su marido, Jaroslav Celakovsky, que le<br />

había regalado por su cumpleaños las clases de submarinismo que yo le dictaba. Por<br />

un momento creí que ambos se habían matriculado pero fue una grata sorpresa que<br />

Jaroslav se limitara a recogerla en un Mercedes y que al cabo de unos días regresara a<br />

Praga por cuestiones de trabajo. Quién sabe por qué ahora estaba de vuelta. ¿Le avisó<br />

por email o sms y Gabriela no se enteró?<br />

Seguramente el recepcionista del Pulitzer lo reconoció al verlo cruzar nuevamente<br />

aquella puerta giratoria y debieron mantener un diálogo tipo:<br />

-Nice to see you again, Mr. Celakovsky, what a surprise, did you have a nice trip?<br />

-Thank you very much, yeah, well, I am a little bit tired now, you know, I don’t like<br />

airplanes. Do you have my wife's room card please?”<br />

-Oh, sure, Mr. Celakovsky, have a good night, and welcome to Barcelona again.<br />

Horas antes habíamos entrado al hotel con unos cuantos tragos encima, y yo<br />

particularmente con la intriga de qué pasaría al final, si subiría a su cuarto o me<br />

marcharía a casa con lo de siempre, unos roces, insinuaciones, indirectas. Un apurado

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