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llegaba mucho antes de lo esperado. No encontraba sus llaves. Anfant abrió la puerta<br />
y follaron en el suelo nada más cerrarla. Luego durmieron. Después se despertaron.<br />
Habrían de ser las doce del mediodía. Hacía un tiempo primaveral. Un espléndido sol<br />
entraba por las ventanas. Anfant preparó café para los dos y llevó dos tazas a la cama.<br />
Erbe estaba acostada y aún medio dormida. Anfant se sentó a su vera, puso las tazas<br />
de café en la mesita de noche y le acarició el pelo. Erbe metió la mano en la bragueta<br />
del pijama de Anfant y acarició su polla hasta empalmarla. Se giró sobre Anfant y la<br />
metió en la boca. Anfant seguía acariciándole el pelo y ahora acompañaba con<br />
suavidad los descensos y ascensiones de la cabeza de Erbe. Anfant le dijo si es que<br />
quería el café con leche y Erbe alzó su cabeza con una carcajada. Se incorporó y le<br />
montó con la vagina totalmente húmeda. Anfant se introdujo en ella de un sólo tirón y<br />
ambos se estremecieron. Se besaron y al cabo se corrieron al unísono. Se besaron<br />
lentamente durante varios minutos, cerrando y abriendo los ojos a intervalos. El café<br />
ya estará frío, dijo Erbe. Da igual, lo tomaremos con hielo, contestó Anfant. Se puso<br />
de nuevo el pijama y fue a por los hielos.<br />
Erbe era pintora. De existencias rotas, le solía decir Anfant. Tenía multitud de libros<br />
sobre pintores en casa. Anfant casi nunca los miraba. Al salir de la ducha, siendo ya<br />
las dos de la tarde, Anfant pateó sin querer uno de los libros de pintores que estaban<br />
sobre el suelo. Había varios esparcidos por el pasillo. La tarde anterior Erbe estuvo<br />
mirando muchos de los libros, buscando una pintura que no lograba localizar en su<br />
memoria y necesitaba encontrarla. Qué haces, le preguntó Anfant. No sé, no sé bien,<br />
tengo en la mente un cuadro y no recuerdo de quién es, y tampoco sé cómo era<br />
exactamente, pero no sé, quiero verlo de nuevo, algo tendrá, contestó Erbe. E iba y<br />
venía del salón al pasillo, con un libro en la mano, y se sentaba en el suelo con un<br />
cigarro en los labios pasando hojas sin cesar. Así acumuló varios libros en el suelo y<br />
cuando salió con sus amigas ahí se quedaron. No encontró la pintura que buscaba.<br />
Anfant tropezó con uno de Toulouse-Lautrec y se agachó. <strong>Lo</strong> recogió. Llegó a la<br />
habitación. Puso el libro donde hace unas horas había puesto los cafés. Erbe seguía en